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México esquizofrénico

Por: Sergio Anzaldo Baeza


Pareciera que sufrimos una suerte de esquizofrenia social en la que, a pesar de compartir un mismo espacio físico y temporal, se confrontan dos versiones radicalmente contrapuestas sobre la situación que vive el país: unos padecen como si estuvieran en el primer círculo del infierno, en tanto otros disfrutan casi el paraíso. Para los primeros López Obrador es la encarnación del mal; para segundos es lo más cercano a un santo.

El fallido operativo de Culiacán reveló de manera diáfana e inequívoca esta polarización en la que, mientras buena parte de la comentocracia exigía la renuncia de alguien, de preferencia la del propio AMLO, en las encuestas no sólo se mantenía su nivel de aprobación sino incluso se incrementaba en lugares específicos como en la mismísima tierra del aguachile, Sinaloa.


Técnicamente lo que experimentamos es un clima de doble opinión que, según nos explica Elisabeth Noelle Neumann en su texto de 1982 La espiral del silencio, sólo se produce cuando el clima de opinión entre la gente y el predominante entre los periodistas de los medios son diferentes.


Tengo la siguiente hipótesis explicativa a este fenómeno.


La 4T impulsada por AMLO no sólo no corresponde a los paradigmas sociales y económicos a los que estamos acostumbrados y de cuyas aguas abrevan y disfrutan insignes representantes de nuestra comentocracia, sino, sobre todo, ha cambiado a los sujetos sociales beneficiados de la acción gubernamental: la cancelación del NAIM, la de los seguros de gastos médicos de una parte de la burocracia, la de las exenciones fiscales, la de los mecanismos tradicionales para la asignación de obras y adquisición de bienes y productos del gobierno federal, así como de los mecanismos de dispersión de éstos, entre otras medidas, evidentemente afectan de manera directa y personal a un amplio sector de la población, que difícilmente algún día verá con simpatía la gestión de AMLO.


Frente a los enojados, la porra de AMLO se integra de los eventuales beneficiarios de su política social. Ahora la cobija gubernamental va a cubrir a todos los estudiantes de escuelas públicas, a los ninis, a las madres solteras, a los campesinos de 19 entidades que se dediquen a sembrar vida y a los adultos mayores, por mencionar algunos de sus más icónicos programas. Es plausible esperar que, conforme se desplieguen y reciban estos apoyos, se consolide el apoyo social de estos segmentos de la población hacia AMLO. Por lo menos es lo que pasó en el 2001 cuando el entonces Jefe de Gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador empezó a dar lanita a los viejitos, lo que le valió el escarnio de buena parte de los periodistas hasta que el gobierno de Fox generó su propia versión de estos apoyos sociales y se consagró como una suerte de derecho social en todo el país, y la consiguiente base social de apoyo a AMLO.


En fin, todavía falta un buen trecho para ver cómo se diluye este clima de doble opinión pública. Por lo pronto pareciera que a la cruzada contra el neoliberalismo, sea lo que sea que esto signifique, se suman Chile y Argentina. La cosa se está poniendo buena.


*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, la forma de pensar de la Revista El Aguachile.

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