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Popularidad infiel compañera

Por: Vicente Amador


«La fama es una divisa que debe gastarse sabiamente».

Bono


Cada tanto tiempo nos enteramos de sucesos que, de golpe, nos sacan del flujo regular de la vida. Generalmente son hachazos cuyo impacto pasma, consterna. El asesinato de Rhonita Miller y cuatro de sus hijos, miembros de la familia LeBarón, es uno de esos empujones. También lo fue el “Culiacanazo”; fallido intento de capturar a Ovidio Guzmán, exitoso ejemplo del poder de los cárteles criminales.

Aunque suponemos historias como las referidas, no es lo mismo cuando la realidad nos abofetea con una camioneta balaceada e incinerada, la cual sabemos transportaba una inocente familia. Calan hondo los videos, tomados por atemorizados ciudadanos, en los que atestiguamos una ciudad que parecería en guerra, sitiada, “lo que nunca habíamos visto”, dijeron los culichis. ¡Y mire usted que los sinaloenses hemos sido testigos de mucha violencia!


El caso LeBarón y lo padecido en Culiacán son ejemplo de esas noticias que cimbran con todo el impacto de su peso, nos ponen los pies en la tierra y obligan a reconocer que importantes aspectos de la vida nacional están mal, muy mal. Las emociones derivadas de estas crónicas se fijan fuerte en la memoria y dejan claro que algo tiene que cambiar: nosotros, sin duda. Y el gobierno, si no cumple con su mandato, que prioritariamente es de protección social.


Se trata de hitos que marcan una gestión, como lo fue Ayotzinapa y la casa blanca en el sexenio anterior. Contundentes puntos de inflexión que, dependiendo de la respuesta ofrecida, redefinen un gobierno.


Generalmente son eventos que prenden la mecha de una bomba que fue construyéndose poco a poco, entre muchas equivocaciones, pero especialmente a fuerza de autoritarias sorderas, o peor aún, de escucharse solo a sí mismos, de minimizar los hechos, de considerar que los ciudadanos poco comprendemos. No entienden que son ellos quienes no entienden. Sucedió el sexenio anterior. “Digo Chana para que entiendas Juana”, reza la sabiduría popular.


Actualmente hay condiciones que podrían estar cocinando un explosivo caldo de cultivo. Me refiero a la inseguridad, principal preocupación de los mexicanos; los casi 25 millones de víctimas y 33 millones de delitos que anualmente hay en el país; los casi 82 mil secuestros o un nuevo año en el que parece volveremos a romper el récord de homicidios (Cfr. INEGI, 2019).


Agreguemos que, salvo en el caso de la Marina y el Ejército, nuestra confianza en las autoridades tiene promedios reprobatorios. Además, los mexicanos en general no estamos de acuerdo con una estrategia de seguridad indulgente con los criminales. Para colmo de males, ya andamos en recesión técnica; nos acaban de confirmar lo que suponíamos: no está creciendo nuestra economía y el desempleo va en aumento.


Más allá de un golpe mediático que calme los ánimos, conviene darse cuenta que, especialmente en el tema de seguridad, no estamos ni bien ni de buenas. En cualquier momento puede llegar una más de esas noticias que derraman el vaso, ya ensangrentado. No es necesario llegar a eso. Cuando uno se da cuenta que está en un hoyo, lo primero es dejar de cavar.

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