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¡SÍGANME LOS “BUENOS”!

Por Eduardo Higuera


En realidad, siempre he tenido dudas si los políticos mexicanos son discípulos destacados de la filosofía Groucho- Marxista del descaro y cinismo que es graciosa por patética, o si nacionalistas como son muchos de ellos, tratan de ser tan famosos como Chespirito, en su papel del Chapulín colorado. Para fines de este artículo me decanto por lo segundo.



Sin importar el partido al que pertenezcan originalmente, un gran porcentaje de los políticos de nuestro país se encuentra dispuesto a asumir la forma de un simpático insectito saltador, para pasar a fuerza de brincos de un partido a otro y así asegurarse así que no cometerán el error de vivir fuera del presupuesto, como dijo alguna vez el “Tlacuache” Garizurieta. Lo interesante es cómo, en el aire estos políticos saltadores se las arreglan para cambar por completo sus colores. Los invito a leer la siguiente guía chapulinesca, a partir de la cual podrán determinar si el candidato de sus amores es alguien congruente y con principios (¡en serio hay algunos!) o sí es un vulgar saltarín trepador chespiritesco.

 

Chapulín huesero.- Este espécimen es más común que los tacos de canasta fuera de las estaciones del metro. Se trata del político que está dispuesto a cambiar de bando, de discurso, olvidarse de sus propios dichos, todo con tal de mantener el hueso en su boca y el recuso en el bolsillo. A veces, como el actual presidente, construye toda una fantasía sobre un gran proyecto y cómo el dedo de dios, o del pueblo, lo señalo para cumplir su voluntad. Incluso puede cambiar de partido político o crear el propio con tal de nunca salirse del presupuesto y vive de aportaciones voluntarias que le llegan en bolsitas de papel, con todo y torta de jamón de parte del chavo del 8.

 

Chapulín rebotador.- Lo interesante de esta variedad de chapulín es su capacidad de olvidar toda vergüen za, al punto de lograr la maroma máxima: irse de un partido a otro y rebotar de regreso. El grado de dificultad es 7,2 (esa maroma, ni Rommel Pacheco la tiene) pero aún así hay casos interesantes de candidatos y políticos que lo han logrado. El caso más obvio es Javier Lozano, que del partidazo brincó al partido azul María y rebotó finalmente pararegresar al tricolor. Esta maniobra la logro con aparente éxito, pero lo llevo a ser considerado, además de rebotador, un chapulín tostado o quemado, categoría que nos ocupa a continuación.

 

Chapulín tostado.- Este es la chapulín que de tanto brincar ya quemo el aceite y huele a chamusquina, algo así como si nos acercarnos al puesto de quesadillas de Doña pelos y el olor a aceite quemado es tan fuerte que da nauseas. Hay casos claros en ambos lados del espectro político. El Bronco, que por un berrinche decidió irse del PRI y logró llegar a la gubernatura de NL, para desgracia de los regios y anexos. Otro ejemplo es el señor de los apagones, Manuelito Bartlett que, 42 años después, quiere que los órganos autónomos sean absorbidos por el estado y así reinstaurar la comisión electoral de Gobernación desde donde ya ensayaba caídas del sistema, entonces lectorales y ahora eléctrico.

 

Chapulín virtual.-  Esta especie se encuentro profusamente extendida en las redes sociales, con dos variantes de la subespecie morenae cuyos saltos en lugar de ser den partido apartido se realizan al interior de su propio instituto político, es decir son parásitos internos. Por un lado, encontramos los chapulines “no soy Fifí” pero que visten a la moda, ¡se toman selfies a caballo y cuyas fotos arecen sacadas de una portada de HOLA!, Antonio Attolini es el más conocido de estas criaturitas fashion, tan semejantes a los llamados whitexicans. El otro grupo de bichitos lo constituye la versión endémica de los chapulines habladores, hasta que la verdad les llega a los parejos. Un ejemplo es el afamado chapulín Gibranis SoyChido Minirex, quien rige sus saltos y migraciones de campaña (opaca y poco claras) con la máxima del ya citado Tlacuache Garizurieta. La virtualidad le viene de dos aspectos, que es muy bueno pa´decir las cosas en redes, pero se achica y se somete a la hora de la hora (como al olvidar que llamó delincuente a su ahora jefe, Mario Delgado, y luego lo alabo como el mejor líder para su partido).

 

Finalmente, como cierre de la guía es necesario dejar clara la forma de uso. En primer lugar, cada vez que un candidato llame su atención haga su chamba, no sea flojo, y averigüe sus cambios de partidos, de grupo o de corriente. En esta etapa también es bueno ver si tiene algún proceso por cosa “sin importancia” como la violación y chantaje sexual en perjuicio de una menor. No se vaya a llamar Macedonio. Segundo punto, revise esta guía y vea el tipo de chapulín que su suspirante es… ¿chido o gacho?

 

Tres, vote. Ya sea por guindas, azules, tricolores, amarillos o el que le plazca, pero vote. Se ha comprobado que el voto reduce la plaga de candidatos y suspirantes chapulines y ayuda a detener desaguisados como los de los últimos dos años. Ya ahora, ¡síganme los buenos!

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