Por Carolina Estrada
Hace unos días, 46 personas fueron halladas sin vida dentro de un tráiler en Texas, Estados Unidos, a poco más de dos horas de la frontera con México. Al momento suman 51 muertos. Menores de edad, mujeres y hombres en busca de una vida mejor, de condiciones más amigables para su desarrollo y el de su familia, murieron asfixiados soportando temperaturas de 40 grados centígrados y que, se dice, han sido las más altas que se han registrado desde hace ya varios años en la región.
Aunque la migración no es un fenómeno reciente y que tampoco obedece a una única causa, sí se ha recrudecido en los últimos años a pesar de las restricciones y el cierre de fronteras ocasionado por la pandemia de COVID19. De acuerdo con datos del Informe Sobre las Migraciones en el Mundo 2022, los Estados Unidos de América han sido el principal destino de los migrantes internacionales desde 1970, fecha en la que el número de personas nacidas en el extranjero que residen en dicho país se cuadruplicó al pasar de menos de 12 millones a casi 51 millones en 2020. Pero no sólo Estados Unidos ha visto incrementarse el número de migrantes entre su población, también Alemania, que ocupa el segundo lugar entre los países de destino, ha reportado un incremento de 9 millones de personas en 2000 a casi 16 millones en 2020.
¿Qué ha cambiado? ¿Por qué la gente está migrando más que nunca? Coyunturas sociopolíticas, cambios económicos, guerras, educación y empleo son algunas de las causas más comunes de la migración, pero también lo es el Cambio Climático. Es imposible no ver la ironía que la realidad nos bota en la cara, precisamente los países más buscados por los migrantes están dentro de la lista de los que más contaminan: Estados Unidos ocupa el primer lugar mientras Alemania el cuarto de los países que más CO2 han emitido. De acuerdo con la lista Las emisiones de dióxido de carbono por país, publicada por la Unión de Científicos Conscientes, para enero de 2020, Estados Unidos encabezaba la lista de los países que más emisiones realizaban, el 24.5% del total, esto abarca una medición realizada entre los años 1750 y 2020, aunque en 2019, la tasa de emisiones por año colocó a China a la cabeza con el 29%. ¿Por qué es irónico? Porque la política colonialista y expansionista de los países desarrollados no sólo cobró recursos naturales en el pasado, sino que sigue pasando factura a la totalidad del mundo, teniendo precisamente a países centroamericanos, sudamericanos, africanos y algunos asiáticos, cuyo desarrollo ha sido obstaculizado por esa política expansionista y consumista durante siglos, como los más afectados hoy.
Hablando en lo particular y desde un sentido moral muy estricto, tomando en cuenta que Estados Unidos y sus políticas económicas internas y externas, han causado en gran medida el Cambio Climático y sus consecuencias, este país como ente político tiene un papel de responsabilidad enorme sobre la migración de la que hoy sigue intentando defenderse con uñas y dientes. No es ninguna coincidencia que la tragedia ocurra en su territorio, pero tampoco lo es el éxodo, la cantidad innumerable de peligros a los que se arriesgan quienes, por mar o tierra, intentan cruzar desde el sur hacia América del Norte. En otra ocasión hablé ya sobre la migración y el crimen organizado, y la forma en que el Estado Mexicano opera para hacerse de la vista gorda y facilitar el trabajo millonario del trasiego humano dentro de su territorio. Estados Unidos decide y México acciona en todos sentidos. El crimen organizado, aunque nos cueste aceptarlo y sea tremendamente difícil de asimilar, es hoy un brazo armado que opera ya no sólo con la venia del gobierno, sino incluso a su favor.
Los migrantes mueren porque una red criminal pone a más de cincuenta de ellos a bordo de un tráiler y decide cruzarlos en un viaje de días bajo temperaturas infernales. Los migrantes mueren porque son tratados peor que cualquiera de las mercancías que diariamente cruzan de un lado al otro de la frontera: sin sistema de refrigeración, sin agua y sin poder bajarse siquiera un momento para ir al baño (¿será por eso por lo que no llevaban agua?). Los migrantes mueren porque ya han sido explotados antes de llegar a su destino, porque ya se obtuvo de ellos todo lo que se podía y ya no importan para cuando cruzan la frontera. Pero los migrantes no dejaron de importar cuando se les acabó el dinero, lo hicieron cuando su tierra ya no pudo ser explotada, cuando sus cuerpos ya no valían como mano de obra. Es duro aceptarlo, pero es necesario, el mundo tiene solo dos clases: los que tienen y los que no. En medio hay muchos escenarios, pero sólo dos que importan y son esos. Por eso hemos perdido todo rastro de compasión, de empatía por el otro, porque al final, muy en el fondo y de manera muy primaria, quien lucra con la vida de los demás está tratando de lograr una seguridad para sí que solo es concebible a costa de lo que sea.
Yo sigo preguntándome qué pasó en ese tráiler, cómo fue posible que nadie se diera cuenta de lo que había adentro, cómo fue que, poco a poco, uno a uno fue desfalleciendo sin darse cuenta (o habiéndose dado cuenta) de que pronto todos morirían y que los gritos de auxilio era necesario darlos con todo lo que se tenía antes de llegar a ese minuto fatídico en que el cuerpo ya no diera más para poder sobrevivir. Yo sigo preguntándome cómo se puede resistir un horror así, cómo hacer para no doblegarse ni un minuto ante el horror que está sucediendo en las espaldas, cómo hace alguien para volverse completamente sordo ante la súplica desmedida de quienes luchan por su vida, ¿qué enervante, qué idea, qué sustancia puede adormecer el clamor de un ser vivo luchando por vivir?
No lo sé, no encuentro respuestas, no sé cómo contestar preguntas así, no sé dónde meter mi cabeza para soportar tal horror, porque entre más me lo pregunto menos entiendo. Esto sólo ha recrudecido, los años nos han hecho más resilientes ante la tragedia, pero no imagino cuál es el futuro, por qué podemos pasar la página una y otra y otra y otra vez ante el horror sin hacer nada. Y siento que escribo en balde, que no tiene sentido ni siquiera seguir masticando esto, porque al parecer nada va a cambiar, porque no hay nadie que quiera escuchar o que tenga sentido que escuche. Todos hemos visto la cara del horror, pero al parecer no podemos hacer nada. México sólo cambia para escalar más y más episodios de terror y Estados Unidos, administración tras administración, tampoco hace nada por resolver verdaderamente el problema de la migración. Mi preocupación aumenta porque con cada año que pasa los grados en que se calienta el planeta parecen aumentar. Y si hoy las migraciones ya son gigantes, con los años y mientras los países que pueden hacerlo no decidan cambiar nada, irán más y más en aumento. ¿Qué pasará entonces?, ¿Los países desarrollados dejarán de fingir que les impactan las tragedias y empezarán a utilizar su propia fuerza en contra de los migrantes? ¿Qué futuro nos espera?
Por lo pronto, aunque sólo sea para hallar un poco de paz, para encontrar algo de consuelo, podemos pensar que cada migrante, más allá de nuestros prejuicios, de nuestra visión de las cosas, es un ser humano que no está peleándonos nada, que no viene a quitarnos nada y que, en cambio, está a merced de los depredadores. Por lo pronto podemos seguir esforzándonos por hacer algo, por generar un cambio que nos ayude a tener más conciencia, porque cada producto que compramos y cuya huella ecológica impacta al planeta es un granito minúsculo más en la larga cadena de causales que están afectando nuestro planeta y lo están calentando.
La Tierra no es un conjunto de ecosistemas aislados. Cada pequeño cambio en cualquier lugar dentro de esta esfera, cuya piel está viva, puede afectar el futuro y el presente de otras criaturas. No somos seres individuales, no podemos seguir adelante pensando que no nos afecta lo que está pasando alrededor nuestro. Nuestras acciones sí tienen consecuencias. Y aunque creamos que no podemos cambiar lo que hacen los gobiernos, las empresas y los criminales que lucran con la vida del planeta en todos niveles, sí podemos dejar de servirles, dejar de comprarles, dejar de vivir enfrascados en lo que somos y lo que tenemos, porque sólo en la medida en que podamos abrirnos a los demás y podamos compartir y ser conscientes de lo que estamos consumiendo, este mundo puede tener un futuro diferente a ese donde se ven a millones de seres compitiendo por el espacio y los recursos cada vez más escasos.
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