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Un año de AMLO: balance político

Por: Sergio Anzaldo


A riesgo de ser políticamente incorrecto, me parece interesante aventurar un balance del #PrimerAñoDeGestiónDeAMLO desde la perspectiva #política en su acepción más cruda, es decir, circunscrita a la cruenta lucha por el poder y la disputa de proyectos políticos de mediano y largo plazo.

A manera de marco teórico, tomemos la alegoría culinaria de don Jesús Reyes Heroles quien gustaba comparar el costo que conlleva toda acción política con la hechura de un omelette que requiere, para hacerse, romper huevos y precisa darle vuelta a fin de garantizar consistencia y evitar la restauración de los huevos originalmente empleados.

Parece que #AMLO comparte esta visión cuando señala que el objetivo final de la #4T es lograr un cambio de régimen que en un año más no tendrá posibilidades de regresión. Revisemos brevemente algunas de las recetas de tortilla de huevo que nos han preparado en nuestra historia reciente.


Es indudable que el modelo económico que AMLO intenta modificar es el diseñado por Carlos Salinas de Gortari a través de un amplio programa de privatización de empresas públicas, con la creación del #TLC y la formal entrada al primer mundo con la membresía de la OCDE. El omelette de Salinas implicó el ascenso de un nuevo grupo empresarial, ajustes en andamiaje político con la destitución de más de la mitad de los gobernadores, con la renovación de la dirigencia del #SNTE y de #Pemex, así como el sueño de crear una estructura electoral paralela al PRI con sus comités de solidaridad. Es innegable que la receta de Salinas, con algunas variantes, aún sigue siendo la preferida de buena parte de nuestros chefs políticos.


Zedillo se vio obligado a aderezar este omelette de Salinas con el Fobaproa para evitar que se rompiera. Debemos reconocer que sí se encargó de cocinar su propia versión de la tortilla al sustituir Solidaridad por Progresa, cambiando el mecanismo de entrega de recursos a comités por entregas de apoyos individualizados.


Fox se llevó el aplauso por sacar al PRI de los Pinos, pero no tuvo imaginación para cocinar una tortilla propia. Más bien trató de aprovechar las recetas heredadas incorporando su estructura electoral de los Amigos de Fox a la Secretaría responsable de organizar la distribución de los programas sociales donde, por cierto, muchos se mantuvieron hasta el sexenio pasado. Tuvo la posibilidad de hacer dos tortillas muy grandes y trascendentes, pero se le estrellaron los huevos antes de tiempo: en el IVA generalizado a alimentos y medicinas porque no pudo alcanzar 251 votos en la Cámara de Diputados y en la construcción del aeropuerto de San Salvador Atenco. Cabe mencionarse que fue tan mal cocinero que echó a perder dos recetas clásicas de nuestro sistema político: la relación con las televisoras alteró equilibrios políticos y la entrega de los recursos excedentes de petróleo a los gobernadores propició la formación de una suerte de virreyes en los estados del país.


Calderón a duras penas tuvo fuerzas para sostenerse en el caballo merced a los fuetazos de su guerra contra el narcotráfico. Peña Nieto fue el mejor cocinero de la OCDE y tuvo la habilidad política de guisar 14 reformas estructurales, aunque sin apoyo social. Llama mucho la atención la prácticamente nula oposición social y legislativa al cuestionamiento de sus tristemente célebres reformas.


AMLO tiene mucho tiempo platicando del omelette que está cocinando. Su receta es cambiar el régimen político desalentando la corrupción, redistribuyendo el ingreso y reformulando las reglas escritas y no escritas de la competencia política de los propios partidos políticos. En su primer año de gobierno se ha dedicado a arreglar la cocina y a allegarse de los ingredientes indispensables para su receta. Supongamos que entra en vigor y medianamente funciona la nueva categoría de delitos graves, la extinción de dominio y la astringencia de recursos a partidos políticos, es de esperarse que la corrupción perdería importantes aceleradores y las prácticas políticas tendrían que adecuarse a un nuevo contexto de escasez monetaria. Supongamos que los programas sociales se universalizan y adquieren el carácter de derechos sociales obligatorios, el clientelismo y el compadrazgo como formas de operación política perderían alicientes. Su receta es compleja, no exenta de sobresaltos y de cocción muy lenta. El propio AMLO señala que aún le falta un año de cocción a la tortilla para que le pueda dar la vuelta y no haya forma de deshacerla. Solo el tiempo nos dirá si alcanza el fogón, son suficientes y de buena calidad los ingredientes y si logra que los comensales departan en la mesa, aún si no les agrada el menú. Aún es temprano para tener un balance claro e inequívoco de esta nueva receta, pero en la lumbre se cocina una tortilla de huevos que hasta ahora nadie ha probado.

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