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Por Sergio Anzaldo Baeza


Resultan particularmente reveladoras de la polarización social que vivimos un par de interpretaciones contrapuestas sobre la marcha convocada por el presidente Andrés Manuel López Obrador el 27 de noviembre de 2022. Es interesante contrastar el horizonte de interpretación desde donde Jesús Silva-Herzog Márquez analiza esta manifestación con el que utiliza Fabrizio Mejía Madrid para el mismo propósito. Estos escritores pertenecen a una misma generación, Jesús es del 65, Fabrizio del 68, y ambos tienen una consistente trayectoria de analistas políticos, aunque su militancia en trincheras contrapuestas los lleva a lecturas diferentes que, evidentemente, llevan a líneas de acción también divergentes.


¿Persona o movimiento?


En su video columna publicada en Latinus “La marcha de AMLO es muestra de una personalización de la política”, Jesús señala que la marcha tuvo por propósito dar un carácter divino a AMLO: “campaña de estado por la sacralización del presidente” asegura el autor, aunque suene descabellado. Se trata, concluye Jesús de “una personalización de la política como no conocíamos desde el siglo XIX, incluso una concentración del poder que va más allá de lo que conocíamos bajo el régimen priista”.


En cambio, Fabrizio señala en su video columna “La Marcha”, publicada en Sin Embargo, que en la marcha atestiguamos que “No se le admira a él, sino lo que abre entre los que lo creamos: una forma de ubicarse frente al país y su historia, un lenguaje lleno de esa realidad, y un entusiasmo por tomar parte de la vida pública”, es decir, López Obrador representa un movimiento colectivo que involucra a un importante conglomerado social, cuyo elemento de aglutinación es su postura política.


¿Aclamación o escuchar para gobernar?


Para Jesús presenciamos a “un hombre que atraviesa multitudes, un hombre que es aclamado por miles, que se abre paso entre las masas para celebrar los milagros de su acción”. Es decir, para Jesús AMLO es una suerte de rockstar, lo que difícilmente explica el fenómeno de masas producido.


Por su parte Fabrizio señala: “En el penoso caminar escucha, no habla. Es la diferencia radical que no alcanzan a comprender y a asimilar los que dicen que es una manifestación de su ego, de su narcisismo… A la economía del abandono del neoliberalismo, el obradorismo responde con la política de prestar atención, de oír, con diligencia y amparo…Escuchar es darle valor a las palabras y significados de ese otro que es el pueblo… Es el otro el que debe ser escuchado, después de ser excluido, borrado, desposeído, saqueado, insultado y violentado”.


¿Idolatría o politización de la plebe?


Para Jesús, la explicación del fenómeno reside en el amor y admiración excesivos que la gente profesa a AMLO. Sin ambages señala: “López Obrador es idolatrado por millones de mexicanos que sienten una identificación profunda con su liderazgo, con su estilo, con su mensaje y sería absurdo negar que el presidente sigue siendo un presidente popular”. Desde esta perspectiva en México hay un pueblo idolatra que le rinde culto a AMLO, merced a la efectividad de su predica. Por eso concluye: “creo que lo que hemos visto es al Estado entregado a la causa del culto a la personalidad, un culto que, sin lugar a duda, encuentra devotos”.


En cambio, para Fabrizio el fenómeno del obradorismo es la asunción de amplios conglomerados sociales tradicionalmente menospreciados a la calidad de sujetos políticos: “Cuando hablamos del obradorismo hablamos de todos aquellos mexicanos que entendieron en algún momento de 2006 que el neoliberalismo no los iba a beneficiar nunca...A millones de personas se les indujo a la precariedad y se les asignó el papel de ser desechables…La gran decisión del obradorismo fue darse cuenta de que, si bien en la economía, no se les permitía ser, era en la política donde podían reivindicar un lugar propio, no asignado, que, a su vez, era una forma de arraigo, de pertenencia al país. A eso nos referimos cuando llamamos “plebeya” a la nueva democracia participativa. No es que alguien los incluyera, sino que forzaron su entrada, con votos, pero también con marchas a la vida pública que estaba privatizada, como todo lo demás. Esta transgresión para entrar al lugar a donde no los dejaban pasar fue hacia un territorio que la élite no conocía: hacer política, poner en la mesa los conflictos que vivimos como sociedad. Esos millones de desechables hoy politizados son el obradorismo”.


¿Pesimismo u optimismo?


Jesús intuye que algo importante y profundo está pasando, por eso señala: “hay que darnos cuenta de que la devoción es auténtica, no pueden cerrarse los ojos ante esta fidelidad evidente y, sobre todo, que ha despertado una emoción política que no conocíamos en la historia reciente del país. Es esto es una intensidad política extraordinaria que va a trascender el sexenio de Andrés Manuel López Obrador”. Al ceñir su interpretación a la aparición de un culto nuevo, Jesús parece concluir que, una vez más, el pueblo está engañado con espejitos y sigue siendo manipulable. En ese sentido el único remedio a esta idolatría sería acabar con el engaño del falso ídolo.


Fabrizio, en cambio, interpreta a López Obrador como una deliberada construcción social que él encabeza, pero cuya causa es mucho más profunda y trascendente: “Lo que hizo el dirigente fue recorrer todos los municipios del país hasta tres veces y articular todas las demandas a un tronco común: el de la “lucha contra la corrupción”. Así, el obradorismo está engranado, no en torno a un líder carismático, sino a una demanda que politiza la ética. Esto es fundamental para no confundirnos con lo religioso, como muchos académicos y opinadores lo han hecho quizás de forma malintencionada. La politización de la ética significa sacar al juicio entre hacer el bien o hacer el mal de la esfera puramente privada y hacerlo un asunto público. “Purificar la vida pública” ha sido un lema del obradorismo, pero va más allá de que no haya corrupción entre políticos, empresarios, y medios de comunicación. Es la idea de construir un régimen que tenga legitimidad democrática y, también, legitimidad moral. Eso es López Obrador como dirigente creado por los millones de desechables”. Según esta lectura el obradorismo es un fenómeno arraigado y de largo aliento con amplias posibilidades de incidir en la fisonomía del país de los años por venir.


Las dos interpretaciones son plausibles, razonables y seguramente convincentes para sus respectivos públicos. Sin embargo, el tema es hacia donde apuntan y cuál es el tipo de acción política que dictan. Hijo de la Ilustración, en Silva-Herzog se percibe una suerte de menosprecio por la opinión de la gente, para él nos enfrentamos a un líder carismático que engatusa y alebresta a la gente ignorante y crédula. La estrategia política que se colige es simple: Atacar y minar al al profeta, muerto el perro se acabo la radia. Pareciera que no hay una causa social que lo sostenga, todo es, en todo caso, una invención del falso profeta.


Para Fabrizio, en cambio, el obradorismo no es una persona, es una causa compartida por muchos desechables que se cansaron de serlo. Son los nacos polítizados, los chairos, que dieron portazo a la vida pública del país y luchan por jugar un rol protagónico en la configuración de la vida nacional. En Fabrizio se identifica confianza en la gente y en su capacidad para incidir en la vida política. En todo caso, a los opositores a López Obrador les conviene más leer y tratar de entender el horizonte de interpretación de Fabrizio pues, si continúan considerando a la gente como incapaz de luchar por sus propios intereses, a la manera de Silva-Herzog, lo más probable es que cuando la busque por su voto les cierren las puertas en sus narices. Por lo demás, la polarización que vivimos se revela asida a nuestras respectivas concepciones del mundo.


Video columna La marcha de Fabrizio Mejía. Diciembre 1 de 2022. 357,477 visualizaciones al 6 de diciembre de 2022:


Video columna La marcha de AMLO es muestra de una personalización de la política: Jesús Silva-Herzog Márquez. Noviembre 30 de 2022. 21,458 visualizaciones al 6 de diciembre de 2022:


Por Eduardo Higuera

Una cosa es la popularidad y otra muy distinta el rendimiento.

Philip Kerr




Quizá el título está mal y debí escribir “popularidad histérica”, pues los tan cacareados niveles de aprobación presidencial es casi el único bastión retórico que le queda a Andrés Manuel López Obrador al inicio de su penúltimo año como rey sexenal, monarquía a la vieja usanza del PRI hegemónico y al que tanto extraña e imita.

La lucha anticorrupción, el crecimiento económico del 6%, el combate a la pobreza, el no endeudamiento, la medicina gratuita y para todos con todos los medicamentos y tratamientos incluidos, el embate contra el crimen organizado y hasta el hecho de que no viviría en Los Pinos ni en Palacio Nacional, el uso correcto del presupuesto y la austeridad que detendría el despilfarro de recursos en proyectos inútiles, así como el impulso a la democracia son las más conocidas y recurrentes de sus fallas.


Por eso hablo de histeria, o más correctamente de desesperación bien fundamentada. Incluso aquellos programas que han dado algunos frutos, como jóvenes construyendo el futuro, o políticas correctas, como el aumento de salario mínimo a pesar de las presiones inflacionarias que pueda generar, son gotas de lluvia en un mar de ineptitud y fracasos que ni las frases chuscas o la música sabrosa de Chico Che pueden ocultar.


Así llegamos a la popularidad, palabra que encierra mucha vanidad, ego y necesidad de autoaprobación y que es utilizada como forma de evitar enfrentar los hechos. Y en esta frase, aunque está dedicada al presidente y sus partidarios, podemos incluir sin ningún problema a gran parte de la oposición partidista. Basta mencionar a un Marko Cortés que prefiere desgarrar su militancia con tal de reelegirse o un Alito que bandea según le conviene (mientras sigue sintiendo que es el líder del mayor partido del país), como botones de muestra.


Sin duda la contramarcha del 27 de noviembre es la mejor muestra de esta necesidad de popularidad. Ante el músculo de la sociedad, el inquilino presidencial de palacio nacional busca mostrar quién la tiene más grande, la popularidad, y es capaz de dilapidar cientos de millones de pesos con tal de demostrarse a si mismo que “no está solo”.


Todo por demostrar que esta respaldado por algo más que su séquito y por demostrar, cual porrista de prepa en crisis, que es el MÁS popular.


El origen de esta crisis se puede rastrear fácilmente, inicia en 2021 cuando se reduce el número de votos en favor del partido guinda y sus aliados, se incrementa cuando un magro 18% acudió a las casillas de opinión en un acto que presidencia transformó en un referéndum de aprobación, en lugar de un posible voto de censura en su contra.


La sensación de que el activo de la popularidad se desgastaba rápidamente aumentó en septiembre pasado, al darse a conocer unas encuestas, método que tanto le gusta mencionar a la feligresía como base de legitimidad transformacionista, en las que el INE había obtenido casi 10% de aprobación por encima del líder bienamado del neopriismo guinda.


Ya el vaso se desbordaba cuando se le ocurrió a un grupito mínimo, insignificante, casi invisible, de 500 mil personas en la CDMX y casi tres millones en 50 ciudades del territorio nacional y en el extranjero, la idea de oponerse con una mega marcha a los designios del pueblo encarnado en el hombre indispensable, vulgarmente conocido como ciudadano presidente, para transformar la democracia mexicana en SU democracia, donde siempre pueda triunfar el gobierno.


Por eso se usaron cientos de camiones, se repartieron decenas de miles de tortas, se imprimieron cientos de playeras que uniformaban a la gente con la consigna presidencial y se amenazó a los beneficiarios de programas y locatarios de mercados para que asistieran voluntariamente a fuerzas, se usaron funcionarios de los gobiernos guinda para poner propaganda por todos lados y se aceptó de forma maquiavélica que el acarreo era la metodología: todo para demostrar que la popularidad sigue siendo patrimonio del primer morenista de la patria.


Y aún así, el día 1º de diciembre se dio a conocer un cuadro comparativo de popularidad en el 4º año de gobierno de los últimos cinco sexenios y AMLO resultó el 2º menos popular de todos, solo superado por un Peña Nieto con 24% de aprobación. Perdion ante Zedillo, Calderón y Fox.


Así pues, con todos los antecedentes del caso podemos pensar con toda certeza que la popularidad, esa dama veleidosa y caprichuda, será el eje de campaña de 2023 y, sin duda, de 2024.


Olvidemos indicadores de eficiencia en el gobierno, los accidentes del metro, la opacidad de las cuentas públicas, las masacres incontrolables, el despilfarro en los proyectos mascota, que al presidente ya lo hayan relacionado con los sobornos del Chapo en USA o en las miles de muertes de niños con cáncer por el desabasto médico que ya tiene casi 4 años. Las encuestas serán el parangón que guiará las campañas electorales desde el gobierno y, con su inacción y falta de inteligencia estratégica, de la oposición partidista.


La duda es si esta popularidad “histriónica” del presidente, originada por su manejo de la agenda desde sus maitines, es suficiente para lograr una victoria holgada o, por el contrario, bastará apenas para un triunfo cerrado, que obligue a un reparto del carro completo entre varias fuerzas políticas.


Mi apuesta es que mono viejo de cilindrero no aprende nuevos trucos. Por esta razón se incrementa el triunfalismo de los actos populares (Sheinbaum insistió que la marcha estará en los libros de historia), se incrementara el ataque de los que nos son parte de las acciones popularizantes (“racistas, clasistas, fifís, hipócritas”) y se establecerán nuevas estrategias para incrementar la popularidad de los candidatos guindas, casi seguro violando la ley con intervenciones del supremo poder popular presidencial.


Todo para que la popularidad alcance para el relevo presidencial en puerta.


¿Y la oposición?, como siempre, reaccionando a destiempo y mal.


No a cualquiera le quedan las botas para domar esta yegua brava, sin duda.


@HigueraB


#InterpretePolitico

Por Sergio Anzaldo Baeza


A muchas personas les gustan las series de conspiraciones e intrigas. Se emocionan con la idea de asomarse a hipotéticos entresijos del juego del poder, vedados para los simples mortales. Se contagian de los golpes de adrenalina que transpiran los conspiradores, quienes cifran su empeño en la secrecía de sus confabulaciones. Al borde del asiento, suponen que en el sigilo reside el éxito de la conspiración pues si se devela, puede significar la muerte de los conspiradores. Cada milimétrico detalle, cada micro movimiento son fundamentales para la sobrevivencia y para la misión.

Al pensar en esta dualidad trágica y heroica de las conspiraciones, no deja de ser seductora la revelación que AMLO hizo en su mañanera del pasado viernes 18 de febrero de 2022 sobre una conspiración en su contra comandada por Héctor Aguilar Camín. Es una denuncia pública que ya había hecho tiempo atrás, y que refrescó ese día. Se trata de la transmisión de una reunión realizada el 23 de mayo de 2020 a través de zoom en la que Aguilar Camín organiza una confabulación contra el presidente de México. Si el presidente simplemente la hubiera mencionado, seguramente muchos pensarían que es producto de su imaginación. Sin embargo, ver y escuchar a Aguilar Camín armar personalmente una estrategia y diseñar las respectivas tácticas programáticas para acabar con su archienemigo constituye un insólito, invaluable e irrefutable testimonio de su intriga y nos da pauta a realizar un análisis de cómo se fraguan las conspiraciones.


El objetivo del conciliábulo digital protagonizado por Aguilar Camín fue generar las condiciones socio políticas necesarias para que AMLO perdiera la revocación de mandato en el 2022 y así librarse de él antes de que concluya su gestión. Ante el intrigante testimonio de primera mano, vayamos por partes, utilizando como argumentación las palabras del propio Aguilar Camín proferidas en el citado encuentro.


El contexto.


El 2020 remite a un periodo en el que, a nivel global, la curva de la COVID está en su parte más ascendente y mortal. Muchos países cierran sus fronteras, prohíben no sólo las actividades productivas y educativas off line, sino también las reuniones públicas y limitan las familiares. La epidemia provoca una crisis económica y social sin precedente. Cada país ensaya diferentes paliativos para ayudar a su respectiva población. AMLO sustituye las tradicionales fórmulas de subsidios y estímulos fiscales a las empresas por la entrega de apoyos directos a la población vulnerable. Evidentemente los empresarios, acostumbrados a ser los primeros salvados en las crisis, se enojan. Aguilar Camín concluye: Es bastante seguro que esta crisis brutal que viene se vaya a acelerar de una manera extraordinaria, en el sentido de que va a haber una enorme cantidad de gente necesitando cosas del gobierno sin que el gobierno voltee a verlas. Lo estamos viendo ya: el gobierno no voltea a ver a los que han perdido empleo e ingreso en estos dos meses. Está viendo sólo a sus clientelas, las que ya tenían su dinerito que les daba.


La estrategia.


La estrategia que plantea Aguilar Camín es diáfana: Hacer todo lo posible para obstaculizar la gestión de AMLO, porque si logran enrarecer todavía más el ambiente social y político del país podrán alcanzar su objetivo. El historiador señala: si lo dejamos para el año 22 cómo está planteado institucionalmente (la revocación de mandato), entonces vamos a tener un momento institucional de presión sobre la Corte, tenemos unas elecciones intermedias en 21, en donde hay que derrotar a Morena y a López, y luego en el 22 muy probablemente, si perdió las elecciones del 21, va a estar tan jodido todo el país, porque no se va a recuperar muy rápido, que probablemente pierda también la revocación de mandato por pendejo.


Las tácticas:


El petate del muerto. Conocedor del poder de las emociones, el novelista Aguilar Camín siembra terror entre los ricos, dueños de empresas, industrias, inversiones o medios, buscando generar aliados a su causa: Espero que los ricos entiendan que la respuesta que dan las revoluciones a la pregunta qué vamos a hacer con los ricos es muy simple y es siempre igual en todas (en la Revolución Francesa, en la Soviética, en la China, en la Mexicana): primero los usas, luego los expropias y luego los desapareces. Eso es lo que hacen las revoluciones con los ricos. Entonces yo quisiera tomar nota de que estamos frente a un proyecto revolucionario y que, cuando uno entiende eso, todas las estupideces que hace adquieren una lógica impecable. Él quiere que este país esté jodido y empobrecido para poderlo gobernar.


Meterle el pie a la gestión de AMLO para que tropiece y caiga. Esta táctica se orienta a obstaculizar y parar judicialmente cualquier proyecto de AMLO, con el propósito de romper su ritmo y desestabilizar su gobierno: El escándalo de inconstitucionalidad de este gobierno no lo habíamos visto nunca. Todas y cada una de las leyes que este gobierno ha puesto, las importantes, están bajo querella constitucional: La ley de remuneraciones, la ley de la administración pública, la ley de la guardia nacional, la ley de extinción de dominio. Todas. Y sus obras, la cancelación del NAIM y la creación de Santa Lucía, hay amparos contra ellas. Entonces hay un trabajo que hacer muy serio con la Suprema Corte de Justicia, con los 11 ministros. Hay un pleito institucional que dar en la Suprema Corte. Y no es un pleito que se da en la prensa, se da, sobre todo, en corto con esos ministros. Todo lo que puedan ustedes canalizar hacia la Suprema Corte es espacio bien ganado, porque con dos, no digo todas, con dos de esas leyes que ha puesto este gobierno que la Corte le eche abajo lo regresa al estatus de un presidente normal. Y lo obliga a hacer una cantidad de cosas que probablemente no puede hacer y va a estar en situación de ilegalidad mucho tiempo.


Quitarle el presupuesto. Un paso fundamental de la estrategia de Aguilar Camín es arrebatarle al presidente el control del presupuesto, quitándole a Morena la mayoría simple en la Cámara de Diputados, para que no pueda realizar los proyectos y programas que impulsa: En las elecciones del año 21 hay que ganarle todo lo que se pueda, pero sobre todo, la Cámara de Diputados. Porque la Cámara de Diputados es donde está el único poder real que este señor ejerce y sabe ejercer y ejerce sin ninguna cortapisa, que es la asignación del presupuesto.


El clásico, no saben con quién están hablando. A través de esta táctica Aguilar Camín avala la eficacia de su estrategia apelando a su pericia conspirativa, merced a su omnipotencia en el círculo rojo: No hay nada de lo que llevo a López Obrador a la victoria (corrupción, inseguridad y honestidad), nada que no hubiera sido unas cuantas presencias en el círculo rojo que se fueron profundizando, a partir de Calderón con la violencia, a partir de Peña con la corrupción. Primero fueron las críticas en el círculo rojo y, luego de eso, se volvió un lugar común para todo el mundo. Eso va a suceder aquí también porque ha sucedido sistemáticamente. Viendo esto que está pensando y viendo Reforma, esto que está pensando y viendo la gente pensante en el país, las calificadoras, los analistas económicos. Esto se va a volver parte de la visión común de los mexicanos.


El desenlace


Tanto los resultados de las elecciones de diputados federales en 2021, como del proceso de revocación de mandato realizado en 2022 dan constancia del fracaso de la conspiración comandada por Aguilar Camín. Incluso no son tan claros los resultados, todavía, de su incursión en la Suprema Corte de Justicia, aunque si se identifica su impronta en el circulo rojo.


Inevitablemente este estudio de caso nos conduce a algunas reflexiones. Primero, las conspiraciones sí existen, son reales y tiene impacto en la vida social y política. Segundo, las conspiraciones son un juego de poder entre los que están convencidos que merecen el poder, contra aquellos que lo ejercen. A los conspiradores no les importan los daños colaterales que sus intrigas causen en la población ajena a su causa. Tercero, el enojo y el coraje que mueve a los conspiradores es una furia ciega que les impide ver más allá de sus propias intenciones. Cuarto, el desempeño de la gestión gubernamental siempre está bajo amenaza. Quinto, los protagonistas del círculo rojo se piensan omnipotentes frente al círculo verde. Sexto, la persecución, encarcelamiento o exilio han sido sustituidos por la exhibición pública como método para combatir las conspiraciones. En fin, por lo pronto, seguiremos al borde del asiento presenciado la disputa por el poder, sufriendo las consecuencias.

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