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Por Sergio Anzaldo Baeza.


El 29 de noviembre de 2023 falleció el artífice del imperio norteamericano, Henry Kissinger. Para celebrar sus cien años, que cumplió el 27 de mayo del mismo año, todavía se dio el gustó de publicar “Liderazgo. Seis estudios sobre estrategia mundial”, editado por Penguin Random House en marzo de este año.  



El texto es una suerte de testamento reflexivo sobre la trascendencia de ciertos políticos en la construcción de nuestras sociedades y en el diseño del actual orden mundial. Realiza un análisis de las decisiones que tomaron seis personajes después de la segunda guerra mundial, que Kissinger considera en realidad una guerra civil europea, para reorganizar las economías, redefinir las estructuras nacionales y reordenar las relaciones internacionales. Estas personas, concluye, se enfrentaron también a los retos de la Guerra Fría y a las disrupciones provocadas por la descolonización y globalización. A su entender, todo esto sigue teniendo repercusión hoy en día.


El nombre de cada apartado que dedica a estos personajes revela la convicción de Kissinger sobre el trascendente papel del individuo en la historia. Konrad Adenauer: la estrategia de la humildad. Charles de Gaulle: la estrategia de la voluntad. Richard Nixon: la estrategia del equilibrio. Anwar Sadat: la estrategia de la trascendencia. Lee Kuan Yew: la estrategia de la excelencia. Margaret Thatcher: la estrategia de la convicción.


Plasma en la introducción una reflexión sobre la importancia y necesidad imprescindible del político que, en su neoliberal lenguaje, prefiere nombrar líderazgo, el que encabeza. Explica: Cualquier sociedad, con independencia de cuál sea su sistema político, se encuentra en un tránsito perpetuo entre un pasado que conforma su memoria y una visión del futuro que inspira su evolución. En ese recorrido, el liderazgo es indispensable: hay que tomar decisiones, ganarse la confianza, mantener las promesas, proponer una forma de avanzar. En las instituciones humanas se necesita liderazgo para ayudar a las personas a ir desde donde están a donde nunca han estado y, a veces, a donde apenas imaginan que pueden llegar. Sin liderazgo, las instituciones pierden el rumbo y las naciones se exponen a una irrelevancia cada vez mayor y, en última instancia, al desastre.


La visión de Kissinger sobre la trascendencia de la acción individual recuerda, inevitablemente, a la de Thomas Carlyle quien, en su libro de 1840 “Sobre los héroes”, afirma que la historia de la humanidad es la biografía de los grandes hombres, de los héroes. Y también hay una evocación a Mirabeau para quien la importancia de la política es la de salvar la subitaniedad del tránsito, es decir, de consolidar un presente posible que se gesta entre la memoria del pasado y el futuro de la esperanza.


Y aquí entra la materia prima con la que los liderazgos, a decir de Kissinger, trabajan para moldear a las sociedades y sus instituciones: el tiempo encarnado en una determinada sociedad. Al respecto Kissinger nos dice: Los líderes piensan y actúan en la intersección de dos ejes: el primero, entre el pasado y el futuro; el segundo, entre los valores perdurables y las aspiraciones de aquellos a los que liderean. Su primer reto es el análisis, que comienza con una evaluación realista de su sociedad basada en la historia, sus costumbres y sus capacidades. Después, deben equilibrar lo que saben, que por fuerza extraen del pasado, con lo que intuyen sobre el futuro, que es inherentemente especulativo e incierto. Es esta comprensión intuitiva de la dirección que debe seguirse la que permite a los líderes fijar objetivos y establecer una estrategia.

Como se ve, Kissinger comulga con Maquiavelo, al considerar a la hitroai como la gran maestra de la política. Quien pretenda dirigir una nación, necesita conocer a detalle la historia de la sociedad que pretende dirigir y el contexto histórico en el que se encuentra. Recordemos la veneración con que el renacentista conversaba con los antiguos a través de sus obras al vestir sus mejores galas. De estas platicas sosegadas nacieron “El Príncipe” y los “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”.


La fórmula mágica que todo líder requiere para lograr sus cometidos para Kissinger es precisa: Para que las estrategias inspiren a la sociedad, los líderes tienen que ser didácticos: comunicar los objetivos, mitigar las dudas y movilizar apoyos. Si bien el Estado tiene por definición el monopolio de la fuerza, la dependencia de la coerción es síntoma de un liderazgo inadecuado; los buenos líderes despiertan en el pueblo el deseo de caminar a su lado. Además, deben motivar a su entorno inmediato para que traduzca sus ideas, de manera que éstas guarden relación con las cuestiones prácticas cotidianas. Cómo se aprecia, para Kissinger es inconcebible un liderazgo sin una base social consolidada con resultados tangibles. Para él, con el pueblo todo es posible, sin el pueblo nada. Pero esto no significa que el pueblo participe en la elección del camino a seguir. Al contrario, una de las principales características de los seis líderes examinados por Kissinger es su carácter divisivo. Es decir, dividieron y polarizaron a las sociedades al ejercer el poder. Kissinger explica: Quisieron que sus pueblos siguieran el camino que ellos lidereaban, pero no se esforzaron para lograr el consenso ni lo esperaron. La controversia era consecuencia inevitable de las transformaciones que pretendían.


El texto de Kissinger refleja una innegable racionalidad sobre el deber y la acción de la política. De hecho, esta implacable racionalidad política promovió la consolidación del imperio norteamericano y la meritocracia, socavando la idea rival, el socialismo, aún a costa de sangrientos golpes militares que terminaron de tajo con incipientes movimientos democráticos en América Latina y vario países más del orbe. De acuerdo con su interpretación de la historia, todos los hechos sangrientos que promovió con sus conspiraciones eran males necesarios y aceptables para alcanzar su objetivo.


Para Kissinger los seis líderes examinados representan la culminación de un profundo proceso de transformación cultural de occidente: el paso del predominio de una cultura aristocrática de una élite, al de una cultura meritocrática representado por la clase media. Sobre este tema señala: En la actualidad, los principios y las instituciones meritocráticas son tan habituales que dominan nuestro lenguaje y nuestro pensamiento. Como sucede, por ejemplo, con la palabra “nepotismo”, que implica que alguien favorece a sus parientes y amigos, sobre todo al designar cargos de responsabilidad. En el mundo premeritocrático el nepotismo era omnipresente, pues no se consideraba que su práctica implicase una ventaja injusta; al contrario, las relaciones de sangre eran una fuente de legitimidad. Más adelante puntualiza: La revolución meritocrática afectó a casi todos los aspectos de la vida y dio valor a los logros y a la aspiración de tener una carrera que trascendiera los orígenes familiares.


Estamos lejos de contar con una ponderación puntual de la influencia de Kissinger en la historia reciente del mundo. Sin duda sus ideas, sus intrigas, sus ambiciones y sus ideales tuvieron mucho mayor influencia a la que conocemos por algunos episodios aislados de la historia reciente, por ello, su texto es un buen ejercicio de acercamiento a ese lado oscuro de la historia. “Liderazgo. Seis estudios sobre estrategia mundial”, lectura obligada para entender un poco mejor nuestro tiempo. 

Por Nohemy García.


Probablemente Sergio Hernández sea el artista plástico vivo más representativo de lo que se ha llamado la Escuela Oaxaqueña de Pintura, la cual se podría decir que se caracteriza fundamentalmente por recuperar objetos, animales, paisajes y personajes cotidianos de las comunidades rurales transformados en obras de arte llenos de color e imaginación con sabor a las culturas mixteca y prehispánicas de Mesoamérica.




A los 66 años de edad, con una larga trayectoria con exposiciones a nivel nacional e internacional, con múltiples distinciones por su producción artística, Sergio Hernández está presente en el Colegio de San Ildefonso —en el corazón del Centro Histórico de la CDMX— con una magna exposición de más de 400 obras de diversos formatos, técnicas y temáticas que da cuenta de la madurez plástica alcanzada por este pintor nacido en Huajuapan de León, en la Sierra Mixteca de Oaxaca.


La exposición se titula simplemente Sergio Hernández y se divide en cuatro líneas generales: historias, universos, mitologías y naturaleza. De la primera vale la pena destacar las pinturas de formato pequeño sobre Benito Juárez, personaje relevante de la historia nacional de origen zapoteco. De esta serie, que en su primera parte se nombra “Todos somos Juárez”, para concluir en la segunda parte con el título de un categórico “Juárez no existe”, el autor afirma que representa la evolución o variación emocional que entre los mexicanos ha tenido este prócer de la patria, pues si bien en otros tiempos fue altamente valorado, “ahora a todos nos vale madres quien fue Juárez”.


El rubro de Universos da cuenta de xilografías de diversos formatos que lo mismo recrean entornos extraterrestres de constelaciones, lluvias de estrellas imaginadas y paisajes del fondo del mar con colores y texturas mágicas, todas materializadas por las pinceladas de un artista que experimenta con técnicas medievales, en un inagotable deseo de exploración estética.


El tercer nudo temático refiere obras mitológicas tanto de la cosmogonía mesoamericana como de otras culturas y temporalidades con las que Sergio Hernández encuentra ciertas semejanzas o afinidades. Es el caso, por ejemplo, de la migración, cuestión que se recrea en diferentes cuadros y formatos. En unos, el pintor alude a la peregrinación de los primeros pobladores del México antiguo mediante murales y grabados titulados Diálogo purépecha (2017), inspirados en códices prehispánicos y en textos de Miguel León Portilla.


Al respecto, el artista oaxaqueño considera que “todos los códices están relacionados con una reflexión cotidiana actual, tienen algo que yo observo con los temas de migración, violencia y costumbres. Si lo vemos [bien], no hemos dejado de emigrar. Yo soy un emigrante, todos salimos, todos somos emigrantes.” De igual manera la idea de la violencia, y agrega: “en mi pueblo, cuando había elecciones siempre había violencia, se agarraban a machetazos. Y nosotros vamos asumiendo la violencia de manera natural”.


La serie de murales y cuadros referentes al apartado Naturaleza me parece que es el de mayor atractivo visual, tanto por el tamaño de las obras como por su colorido. A este grupo pertenecen enormes óleos sobre lino como “Leviatán” (2021); “La ballena blanca” (2021); “Nuevo mundo” (2018); y el díptico “Último tule” (2017), que recrean animales míticos en tonos azules diversos semejantes a cetáceos monumentales que surcan el océano; árboles milenarios imaginados en tonos rojizos y cobrizos que abarcan una sala de exposición de pared a pared y de piso a techo; o el mural que en tonos verdes y morados intensos dan idea de una selva exuberante de hojas gigantes. Es decir, la naturaleza en su máxima expresión cromática y estética.


Esta exposición de Sergio Hernández ocupa siete salas del Colegio de San Ildefonso y estará abierta al público hasta el 28 de enero del 2024. Tanto por su extensión, como por la variedad y calidad de las obras reunidas por primera vez en este recinto, resulta por demás recomendable su visita y disfrute. La trayectoria, los intereses estéticos, las técnicas empleadas y, en síntesis, la madurez artística alcanzada por este pintor oaxaqueño de humilde origen y formación prácticamente autodidacta está ahí muy bien representada.


De igual forma, la tradición pictórica de Rufino Tamayo y Francisco Toledo, ambos maestros oaxaqueños y antecesores de Sergio Hernández, también se perciben como integrantes de esa Escuela Oaxaqueña de Pintura tan viva hoy en día. 

Por Sergio Anzaldo.


Atrapados en el vértigo informativo de la disputa política de cada minuto, no hay tiempo ni ánimo de reparar sobre la eventual consecuencia de informaciones y datos que constantemente se vierten en el fragmentado universo mediático. Recientemente Morena presentó los resultados de 28 ejercicios demoscópicos que realizó en 9 entidades del país para elegir a sus candidatos para las gubernaturas que se renovarán el año próximo.





La cobertura informativa se centró en los ganadores de este ejercicio, sea por los resultados de las encuestas, sea por la aplicación de la cuota de género exigida por el INE. Sin embargo, no hubo tiempo ni espacio para analizar los resultados de este inédito ejercicio demoscópico que consistió en el levantamiento de 3 encuestas espejo en cada entidad con 1,219 cuestionarios cada una, lo que representan un total estatal de 3,657 cuestionarios que arrojan 32,913 en las 9 entidades. De este inédito y robusto ejercicio demoscópico destacan los niveles de rechazo a cada partido que, sin duda, definen parámetros del escenario electoral 2024.


El grado de rechazo hacia una formación partidista se acumula y consolida a lo largo del tiempo. No es un fenómeno que se dé de un día a otro. A diferencia del voto a favor, que puede variar rápidamente dependiendo del candidat@ o de una coyuntura específica, el rechazo a un determinado partido es difícil de cambiar. De alguna manera es la diferencia entre la ilusión y la decepción sobre una marca específica, ethos diría Aristóteles. El rechazo manifiesta una suerte de venganza del ciudadano al recuerdo de antiguos agravios. La respuesta “nunca votaría” debería ser considerada como un foco rojo para partidos y candidat@s que sería pertinente atender.


Tomando como base analítica los resultados de las encuestas realizadas por el equipo de Morena, que son consistentes con todas las encuestas espejo, el promedio de rechazo del PRI en las 9 entidades es del 45%, el del PAN 13% y el del PRD 5%, lo que da un acumulado del 63% de los ciudadanos que rechazan a alguno de los partidos que integran al Frente Amplio por México.

 

Por su parte, Morena tiene en promedio 7% de rechazo en las 9 entidades, el PT y el PVEM el 3% respectivamente, lo que da un acumulado de rechazo del 13% para la coalición Juntos Hacemos Historia. MC es el partido con el menor promedio de rechazo, el 1%. No votaría por ningún partido el 5% y no sabe o no contestó el 12%.


Extrapolando estos estos datos a nivel nacional, lo que no es descabellado considerando que en estas nueve entidades se encuentran las plazas más fuertes de cada competidor y que representan el 40% de la lista nominal (38.8 millones de 97.48), surgen algunas hipótesis de sentido común.


Con el 63% de rechazo en promedio, el Frente es la formación política con el margen de votación favorable más estrecho en la competencia: 37 puntos porcentuales de la lista nominal. Su competitividad electoral depende de una improbable combinación en la participación electoral: requiere que todos sus simpatizantes acudan a las urnas mientras los de Morena y MC se queden en sus casas. Entre mayor participación, menor competitividad del Frente.


Con 13% de rechazo en promedio, la coalición encabezada por Morena tiene un virtual margen de votación favorable de 87 puntos. Es plausible concluir que, a mayor participación mayor votación para Morena, sobre todo si se considera la mayoritaria intención de voto a su favor en la que coinciden las encuestas hasta ahora publicadas.


Previsiblemente, MC tiene un mínimo nivel de rechazo debido a que, hasta ahora, tiene poca experiencia de gobierno. La mayor parte de los ciudadanos tiene pocos elementos para juzgarlo. Sin duda tiene la ventaja de lo nuevo, de lo que no se conoce. El bajo nivel de conocimiento de MC representa una oportunidad de crecimiento, sobre todo, considerando el amplio nivel de rechazo de los partidos del Frente, 63%. Desde esta perspectiva, MC se encuentra en una situación similar a Morena: a mayor participación mayor votación a su favor, siempre y cuando sea capaz de entusiasmar a los desilusionados de Morena y del Frente.


De estos datos también se concluye que las competencias electorales se definen con mucha anticipación. La guerra entre pro 4T y anti 4T por la percepción pública y la valoración ciudadana inició hace años. En este tiempo ambos bandos han fomentado el rechazo hacia su respectivo adversario. La narrativa de los anti 4T es que el país se está cayendo a pedazos, lamentablemente para su narrativa, los datos duros y la vida cotidiana de la gran mayoría de la población no avalan esa tesis. De hecho, solo el 13% de la población da por cierta esta versión. Por su parte, la narrativa pro 4T ha logrado persuadir a la mayoría de los mexicanos, 63%, que la raíz de los problemas de la gente deriva de las gestiones gubernamentales del PRI y del PAN. El recuerdo reiterado está más presente que nunca y encauza el rechazo ciudadano hacia el Frente. Se antoja muy cuesta arriba cambiar esta correlación en el ánimo ciudadano y en la percepción pública, sobre todo a estas alturas de la contienda y con la actual tónica de las precampañas.


El camino fácil es descalificar este ejercicio demoscópico porque fue realizado por un partido político en particular. Sin embargo, la prudencia siempre aconseja partir del peor escenario hipotético para diseñar una estrategia medianamente pertinente para reencauzar el rechazo. Que, por cierto, únicamente se puede matizar aceptando en primer lugar los agravios cometidos. De otra manera, como diría Octavio Paz, se está condenado a dar la vuelta a la noria que exprime la sustancia de la vida.

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