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Por Sergio Anzaldo.


Atrapados en el vértigo informativo de la disputa política de cada minuto, no hay tiempo ni ánimo de reparar sobre la eventual consecuencia de informaciones y datos que constantemente se vierten en el fragmentado universo mediático. Recientemente Morena presentó los resultados de 28 ejercicios demoscópicos que realizó en 9 entidades del país para elegir a sus candidatos para las gubernaturas que se renovarán el año próximo.



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La cobertura informativa se centró en los ganadores de este ejercicio, sea por los resultados de las encuestas, sea por la aplicación de la cuota de género exigida por el INE. Sin embargo, no hubo tiempo ni espacio para analizar los resultados de este inédito ejercicio demoscópico que consistió en el levantamiento de 3 encuestas espejo en cada entidad con 1,219 cuestionarios cada una, lo que representan un total estatal de 3,657 cuestionarios que arrojan 32,913 en las 9 entidades. De este inédito y robusto ejercicio demoscópico destacan los niveles de rechazo a cada partido que, sin duda, definen parámetros del escenario electoral 2024.


El grado de rechazo hacia una formación partidista se acumula y consolida a lo largo del tiempo. No es un fenómeno que se dé de un día a otro. A diferencia del voto a favor, que puede variar rápidamente dependiendo del candidat@ o de una coyuntura específica, el rechazo a un determinado partido es difícil de cambiar. De alguna manera es la diferencia entre la ilusión y la decepción sobre una marca específica, ethos diría Aristóteles. El rechazo manifiesta una suerte de venganza del ciudadano al recuerdo de antiguos agravios. La respuesta “nunca votaría” debería ser considerada como un foco rojo para partidos y candidat@s que sería pertinente atender.


Tomando como base analítica los resultados de las encuestas realizadas por el equipo de Morena, que son consistentes con todas las encuestas espejo, el promedio de rechazo del PRI en las 9 entidades es del 45%, el del PAN 13% y el del PRD 5%, lo que da un acumulado del 63% de los ciudadanos que rechazan a alguno de los partidos que integran al Frente Amplio por México.

 

Por su parte, Morena tiene en promedio 7% de rechazo en las 9 entidades, el PT y el PVEM el 3% respectivamente, lo que da un acumulado de rechazo del 13% para la coalición Juntos Hacemos Historia. MC es el partido con el menor promedio de rechazo, el 1%. No votaría por ningún partido el 5% y no sabe o no contestó el 12%.


Extrapolando estos estos datos a nivel nacional, lo que no es descabellado considerando que en estas nueve entidades se encuentran las plazas más fuertes de cada competidor y que representan el 40% de la lista nominal (38.8 millones de 97.48), surgen algunas hipótesis de sentido común.


Con el 63% de rechazo en promedio, el Frente es la formación política con el margen de votación favorable más estrecho en la competencia: 37 puntos porcentuales de la lista nominal. Su competitividad electoral depende de una improbable combinación en la participación electoral: requiere que todos sus simpatizantes acudan a las urnas mientras los de Morena y MC se queden en sus casas. Entre mayor participación, menor competitividad del Frente.


Con 13% de rechazo en promedio, la coalición encabezada por Morena tiene un virtual margen de votación favorable de 87 puntos. Es plausible concluir que, a mayor participación mayor votación para Morena, sobre todo si se considera la mayoritaria intención de voto a su favor en la que coinciden las encuestas hasta ahora publicadas.


Previsiblemente, MC tiene un mínimo nivel de rechazo debido a que, hasta ahora, tiene poca experiencia de gobierno. La mayor parte de los ciudadanos tiene pocos elementos para juzgarlo. Sin duda tiene la ventaja de lo nuevo, de lo que no se conoce. El bajo nivel de conocimiento de MC representa una oportunidad de crecimiento, sobre todo, considerando el amplio nivel de rechazo de los partidos del Frente, 63%. Desde esta perspectiva, MC se encuentra en una situación similar a Morena: a mayor participación mayor votación a su favor, siempre y cuando sea capaz de entusiasmar a los desilusionados de Morena y del Frente.


De estos datos también se concluye que las competencias electorales se definen con mucha anticipación. La guerra entre pro 4T y anti 4T por la percepción pública y la valoración ciudadana inició hace años. En este tiempo ambos bandos han fomentado el rechazo hacia su respectivo adversario. La narrativa de los anti 4T es que el país se está cayendo a pedazos, lamentablemente para su narrativa, los datos duros y la vida cotidiana de la gran mayoría de la población no avalan esa tesis. De hecho, solo el 13% de la población da por cierta esta versión. Por su parte, la narrativa pro 4T ha logrado persuadir a la mayoría de los mexicanos, 63%, que la raíz de los problemas de la gente deriva de las gestiones gubernamentales del PRI y del PAN. El recuerdo reiterado está más presente que nunca y encauza el rechazo ciudadano hacia el Frente. Se antoja muy cuesta arriba cambiar esta correlación en el ánimo ciudadano y en la percepción pública, sobre todo a estas alturas de la contienda y con la actual tónica de las precampañas.


El camino fácil es descalificar este ejercicio demoscópico porque fue realizado por un partido político en particular. Sin embargo, la prudencia siempre aconseja partir del peor escenario hipotético para diseñar una estrategia medianamente pertinente para reencauzar el rechazo. Que, por cierto, únicamente se puede matizar aceptando en primer lugar los agravios cometidos. De otra manera, como diría Octavio Paz, se está condenado a dar la vuelta a la noria que exprime la sustancia de la vida.

Por Eduardo Higuera


Actualmente se está realizando en Dubái la COP28, la conferencia de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, en la cual se habla con fuerza y claridad de los peligros que acarrea el cambio climático. Se señalan con claridad las muertes y pobreza que, desde hoy, se está expandiendo por el mundo a causa de los intereses económicos y políticos que han afectado profundamente a nuestro pobre planeta y su balance ecológico.


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En comparación, y por desgracia, en México no existe ninguna conferencia o foro en que se hable del cambio climático político-electoral que la irresponsabilidad política que campea en nuestro país ha generado: este fenómeno obedece a la falta de responsabilidad de la clase política generando a lo largo de los últimos años cientos de miles de muertes, aumento de la pobreza extrema, corrupción que se trata de ocultar pero es evidente e imposición de una sola forma hegemónica de hacer vida pública.


Esto debido a los intereses que desde hace décadas mueven a los políticos de nuestro país, así como en un incremento innegable dentro del presente sexenio, algo que ha desembocado en la formación de una nueva casta política tan soberbia que solo cree en su razón y discurso, violando la carta magna y las leyes que juraron respetar creando un ecosistema político sin reglas y donde la voluntad del gobernante busca ser absoluta e indiscutible.


Al igual que el cambio climático global, se puede buscar y encontrar las fuentes de este desastre de forma relativamente sencilla. Una, de tiempo atrás, es la falta de inclusión de la ciudadanía en la toma de decisión por parte de la clase política, sin importar el color del partido que representen. Esto ha generado una doble percepción: por una parte los ciudadanos vemos cada vez menos cerca a los políticos y gobiernos pues son como una casta aparte y por el otro los mismos políticos se han convencido de que ellos son los únicos que saben lo que se debe hacer y son seres incuestionables.


La otra fuente principal de contaminación del clima político nacional en se puede encontrar con facilidad en el actual gobierno. Su desprecio a las leyes, la constitución (¿recuerdan cómo la incumplió 20 veces SÓLO en su primer año de gobierno?), la persecución las voces críticas dentro y fuera del “movimiento”, que asemeja más a un culto o secta, y en especial el discurso de la voluntad imparable y la razón absoluta.


Si bien, la crisis del ambiente político electoral mexicano lleva décadas gestándose, es evidente el deterioro acelerado que los cinco años de gobierno obradorista ha generado y las secuelas que dejará como legado.


Electoralmente, pese a su discurso democrático, el presidente parece empeñado en demostrar que para el lo válido es el maximato y él es el jefe de jefes. Desde dos años antes de que se iniciara el proceso electoral federal 2023-2024, ya había designado a la jefa de Gobierno de la capital como su sucesora, ha atacado a todos los posibles aspirantes de la oposición, apoya y fomenta la actitud ilegal, anticonstitucional y caudillista de Samuel García, trata de ahorcar presupuestal y políticamente a las instituciones que deberían salvaguardar la democracia, además de que existen numerosos indicios de que intervendrá sin miramientos en la contienda electoral del próximo año.


El cambio climático del planeta ha dado como resultado desastres como el que el huracán Otis, que con una buena ayuda del gobierno de México, nos muestra lo que está por venir por no tomar las medidas adecuadas en tiempo y forma. Cabe preguntarnos si el actual cambio de clima político nacional no provocará su equivalente en la jornada electoral y días posteriores.


Tanto en lo político electoral como en las acciones para proteger el medioambiente el actual gobierno ha mostrado consistencia: no el importa que ambos climas se deterioren y puedan llevar la sociedad nacional y mundial al colapso, siempre y cuando se pueda llevar a cabo la voluntad del poder y el “proyecto transformador”.


MI entras que ante la Cop 28 reportan avances inexistentes y son puestos en evidencia con estudios que utilizan evidencia real y no narrativa como un país que incumplimos nuestra parte para impedir el desastre ecológico la CFE sigue quemando combustóleo y provocando que la temperatura suba a nivel global provocando fenómenos como Otis.

A nivel político electoral se habla de la democracia, la voluntad del pueblo, del fin de la corrupción y del complot eterno del que el presidente y sus allegados son “víctimas” pero los hechos duros desenmascaran su proyecto autoritario y antidemocrático: se persiguen y despiden periodistas, se entrometen en la vida interna del TERPJF con tal de poner a una ministra a modo y se coopta el INE por medio de la corrupción de los procesos de selección.


No hay ninguna diferencia entre un presidente imperial priista que quita y pone jueces y un presidente transformador que usa las fallas de proceso para imponer a un incondicional en la SCJN, mientras sin pudor alguno se contamina la credibilidad del máximo tribunal al mostrarse que el ministro presidente Zaldívar siempre fue un peón del ejecutivo y se le da cabida dentro del equipo de campaña.


¿Qué puede ser más contaminante que aboga en favor de un gobernador que miente, falsifica documentos, utiliza los porros, desacata ordenes judiciales y se presenta como un adalid de la justicia y la nueva política ciudadana?


Sin duda el ecosistema político nacional tiene muchos otros contaminantes, como la actitud de MC en la que juran venganza por los agravios, aun si eso significa sacrificar la democracia o la evidente falta de interés de incluir a ciudadanos en el equipo de campaña de la candidata de oposición, privilegiando los grupos políticos y la decisión de cúpula.


Sin embargo, la fuente principal procede de la búsqueda de la hegemonía y del poder a toda costa, es decir que todo se permite con tal de imponerse en todo y a todos. La ética estorba, las contradicciones discursivas se pasan por alto, la norma y la ley se quebrantan y la impunidad se establece como premio ante la genuflexión y la complicidad.


Pensar que es democrático el Plan C, que parece un reloaded de las acciones que se vieron en el proceso interno de las corcholatas, es tan lógico como pensar que la única forma de asegurar el desarrollo sostenible y ecológico es continuando la tala indiscriminada de árboles y el uso de combustibles fósiles como una fuente de energía.

Y es que, para mantener el equilibrio sustentable en el medio ambiente y el equilibrio democrático en la sociedad, es necesario tener voluntad política de parte de los actores. Y ni los grandes intereses económicos mundiales, ni los intereses políticos nacionales tienen la menor intención de ceder.


Mejor ceder ante la anarquía y los efectos nocivos que afectaran a las personas en las décadas por venir que perder poder y posición.


No hay mucho espacio para el optimismo en esta ocasión y ninguna COP podrá corregirlo.

Por Sergio Anzaldo Baeza


La polarización que se vive tiene el mérito, o la desgracia, de permitir identificar en qué trinchera partidista milita cada medio de comunicación y como la imparcialidad informativa es sacrificada en aras de promover sus respectivos intereses. Este fenómeno se ilustra con la cobertura diferenciada que los medios recientemente realizaron de dos eventos de masas, de magnitud relativamente similar, enmarcados en la lucha por la sucesión presidencial. Se trata, por un lado, de la marcha que partidos y políticos organizaron, a nombre de la sociedad civil, el domingo 26 de febrero de 2023 en contra del Plan “B” de la reforma electoral impulsado por AMLO y, por el otro, la concentración convocada por el propio AMLO para conmemorar el aniversario de la Expropiación Petrolera el sábado 18 de marzo de 2023. Revisemos la línea editorial que algunos medios impresos le dieron a cada evento.


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Empecemos por el Reforma, cuya confrontación con AMLO es pública y notoria, por lo que, previsiblemente, sus dados están marcados contra AMLO. Para destacar la trascendencia de la marcha, el 28 de febrero hicieron algo excepcional en su portada: invadieron su cabezal con una foto del evento. También publicaron fotos de las movilizaciones en Monterrey y Guadalajara. Sus ocho columnas sirvieron para reforzar su propia posición política: “Alerta Cossío de imposición de AMLO. Emplazan a la Corte. Piden ministros frenar “Plan B” y no arriesgar la democracia”. Para no dejar dudas sobre su posición editorial seleccionaron y publicaron pancartas en su primera plana, con leyendas como “AMLO lárgate ya”. Para dar cuenta informativa de la concentración del 18 de marzo apenas publicaron una pequeña foto del evento en un recuadro central, enmarcada con las ocho columnas “Celebran al petróleo, pero… aumentan inversión; obtienen menos”, con los siguientes subtítulos: “Y vislumbra AMLO autosuficiencia energética”, “Critica Cárdenas política en el sector”. Para el Reforma, el mensaje político de AMLO sobre la sucesión presidencial y la defensa de la soberanía frente a EU no existieron, su línea editorial es desacreditar toda política energética vinculada con el sector público.

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En la otra trinchera, la obradorista, milita La Jornada. Sin embargo, su desempeño editorial fue equilibrado. Ambas manifestaciones masivas las ilustró con sendas fotografías prácticamente del mismo tamaño en su primera plana. Las ocho columnas de la marcha fueron: “Multitud llenó el Zócalo en rechazo a la reforma electoral”. La magnitud de la marcha le permitió concluir en el subtítulo de la foto: “Sube de tono la lucha política con miras al 2024”. Para el caso de la concentración, el mensaje político que retomó fue: “Cooperación sin sometimiento a EU, señala AMLO”. La coyuntura particular del medio determinó el subtitulo de la foto: “Tributo en el Zócalo al director fundador de La Jornada”, a propósito del fallecimiento de uno de sus fundadores, Carlos Payán.


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El Universal y La Prensa también fueron más equilibrados en la difusión de estos eventos que el Reforma. Amos diarios publicaron sendas fotografías de las movilizaciones comentadas, del mismo tamaño y en la misma posición. Los subtítulos de El Universal fueron igualmente




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