Por: Sergio Anzaldo
Aceptemos sin conceder que todo lo malo y bueno que se dice sobre AMLO tiene algún asidero en la realidad. Varios e importantes segmentos de la población están cada día más enojados con él, en tanto otros se mantienen firmes y leales a su lado, dispuestos a seguirlo ciegamente a donde él diga. La feria de adjetivos, calificaciones y descalificaciones ayudan poco para entender el espectáculo de nuestro tiempo. A menos que uno milite en la porra AMLO o ANTIAMLO y lo único que desee es escucharse a sí mismo.
Mejor enfriar el balón. En 1831 Alexis de Tocqueville llegó a la isla de Manhattan. Después de recorrer por nueve meses buena parte del territorio de Estados Unidos concluyó que la igualdad de condiciones es lo que determina y orienta la marcha de La Democracia en América, como tituló las reflexiones de su viaje.
La influencia de esta igualdad de condiciones no se circunscribe a las costumbres políticas y a las leyes, ni al exclusivo ámbito de la sociedad civil y del gobierno, sino que sobre todo crea opiniones, hace nacer sentimientos y sugiere nuevos usos y costumbres.
El hallazgo de este concepto le permitió entender que el fenómeno político que en ese momento agitaba al viejo continente era la revolución democrática. Parecía un momento caótico, pues como apunta el mismo Tocqueville, aunque estaba a la vista de todos, no todos la juzgaban de la misma manera. Unos la consideran una cosa nueva y, tomándola por un accidente, creían que se podía detener; otros la juzgaban indestructible, evidente y permanente.
No olvidemos que este ánimo de igualación de las condiciones sociales desembocó en una guerra que duró de 1861 a 1865, poniendo en riesgo la integridad de los Estados Unidos en el afán de reconocer e incorporar a los sectores de la sociedad excluidos de esta condición. En el viejo continente habría de impulsar revoluciones y transformaciones en prácticamente en todos los países, con muy diferentes resultados, por cierto.
Este impulso de igualación de las condiciones se genera cuando las condiciones de desigualdad se visibilizan, se cuestionan y pierden legitimidad. Cuando esto pasa, es muy difícil contener el cambio social para preservar el orden establecido. En su texto que publicó en 1835 el propio Tocqueville textualmente se preguntaba ¿Es sensato creer que un movimiento social que viene de tan lejos puede ser detenido por los esfuerzos de una generación? ¿Puede pensarse que después de haber destruido el feudalismo y vencido a los reyes, la democracia retrocederá ante los burgueses y los ricos? ¿Se detendrá ahora que se ha vuelto tan fuerte y sus adversarios tan débiles?
México es uno de los países con mayor desigualdad social en el mundo. Y ésta se profundizó e hizo más visible en los últimos años. El ánimo de igualación de las condiciones sociales tampoco es nuevo en el país. Sin embargo, la socialización de la información, merced a las Tecnologías de la Información y la facilidad de comunicación que propician, han contribuido a visibilizar y cuestionar cada vez más la fatalidad social de nacer en condiciones de franca desventaja social, sobre todo frente a la ostentación.
En este sentido no es descabellado concluir que existe un profundo movimiento social que se alimenta de las abismales desigualdades sociales. Y que tarde o temprano iba a pasar la factura. El mérito político de AMLO es encauzar este malestar social y apuntar a la corrupción como el origen de esta desigualdad. Hace 33 años, en su libro la Economía Presidencial que publicó en 1987, Gabriel Zaid definió a la corrupción con el uso privado de los recursos públicos. Sin embargo, desde sus campañas AMLO logró traducir esta definición académica en una consigna política y un resorte emocional al señalarla como el robo, el despojo del pueblo bueno por parte de los políticos coludidos con los ricos.
Nadie sabe en qué va a terminar la batalla política en que estamos inmersos. Lo que es indudable es que, con AMLO o sin él, este ánimo social de igualación de condiciones sociales persistirá. Para bien y para mal. Pareciera que AMLO leyó atentamente La Democracia en América de Tocqueville. Recordemos que su mentor Enrique González Pedrero escribe la introducción a la edición del Fondo de Cultura Económica de 1956. A sus opositores no les haría daño echarle un ojo y reconocer que, independiente de AMLO, hay un movimiento de igualación de condiciones sociales muy difícil de contener.
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