Por Nohemy García Duarte
A finales del año pasado, en el mercado editorial apareció un novedoso texto cuyo título, El malestar social en la transmodernidad. Estructura y acción social en la sociedad de la incertidumbre (editorial Bonilla Artigas, 2020), llama la atención por las palabras con las que se anuncia: ¿malestar social? ¿transmodernidad? ¿sociedad de la incertidumbre? Se trata de la investigación doctoral del sociólogo mexicano Mauricio Guzmán Bracho, quien en esta obra nos ofrece una visión del mundo de hoy con base en el análisis que realiza de la “ola mundial de indignación” que entre el fin del siglo XX y las primeras décadas del XXI convocó a millones de personas en las plazas públicas de alrededor de 90 países.
Esta movilización social llenó las páginas de los diarios y muchas horas de difusión audiovisual en los medios de comunicación del planeta y tuvo diversas explicaciones, según las perspectivas asumidas por los analistas. Ahora, la mirada de nuestro autor parte de un concepto base, el de malestar social, que define como “un movimiento colectivo de la conciencia (…) que expresa un rechazo a la orientación del cambio” que vivimos en los tiempos actuales.
La diferencia fundamental de esta formulación del concepto de malestar social es que destaca la condición de colectividad de las sociedades, por encima de la individualidad del sujeto; así como también acentúa la acción humana como práctica de rebeldía que se expresa en un NO de la gente ante el statu quo y al conformismo social. Esta distinción es importante desde el punto de vista de otras propuestas teóricas, como el enfoque psíquico y el enfoque del mundo como ecuación, que tienden a circunscribir las expresiones de malestar de las sociedades al ámbito privado de los individuos.
La ola de malestar social está presente en América Latina, a través de la Manifestación Latinoamericana por la Educación; en Asia Central y en la Europa del Este, con los procesos de apertura política de Serbia con el movimiento Resistencia, o en Georgia con el Basta, y en Ucrania con Ya es hora, o el de Bielorrusia con Visión, entre otros muchos. También en los Estados Unidos de América se detectaron movimientos sociales de inconformidad, con el movimiento Occupy Wall Street de Manhattan; que tuvo réplicas en otras ciudades del orbe. O el campamento de protesta saharaui en Sahara Occidental con los ataques a las instalaciones del gobierno local.
El común denominador de las protestas sociales registradas en el planeta desde las últimas décadas del siglo XX, nos dice Guzmán Bracho, es un malestar social que evidencia la subjetividad de las personas desde una misma dimensión temporal que denomina transmodernidad, como una forma de diferenciarlo de contextos históricos anteriores (el de la modernidad y el de la posmodernidad), que son etapas anteriores de un proceso único de evolución.
Comprender la realidad contemporánea como un todo requiere de herramientas intelectuales que nos permitan identificar el camino por ha transitado la humanidad, con al menos tres paradas epocales claramente diferenciadas por la mirada sociológica de diversos actores: 1) la de la cultura moderna, propia de la sociedad industrial; 2) la de la cultura posmoderna, equivalente a la sociedad posindustrial; y 3) la de la cultura transmoderna, con la que se identifica a la sociedad globalizada que estamos viviendo hoy el día.
Con el análisis que Guzmán Bracho realiza sobre la problemática del mundo actual en El malestar social en la transmodernidad, se incorpora a la visión teórica de académicos como Enrique Dussel y Madga Rodríguez, a la vez que propone el andar de la humanidad en los últimos siglos como una triada dialéctica de Modernidad/Posmodernidad/Transmodernidad con una perspectiva analítica del ciclo Tesis/Antítesis/Síntesis.
En la siguiente colaboración presentaremos la forma en que Mauricio Guzmán caracteriza los movimientos sociales vividos de la Transmodernidad, desde la óptica con su concepto de malestar social.
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