top of page

Por Sergio Anzaldo Baeza


No recuerdo otra elección en México en que la palabra democracia haya sido el centro de la disputa electoral como ahora. De un lado se argumenta que el objetivo del plan C es ampliar y consolidar la democracia, del otro se dice exactamente lo contrario, lo que en realidad se pretende es socavar la democracia para imponer una tiranía, porque prácticamente ya vivimos en una dictadura. Los dos proyectos en pugna, paradójicamente, formalmente comparten el mismo propósito: salvaguardar la democracia, sólo que unos pretenden expandir su ámbito de injerencia y otros no tocarla. A la luz de este debate ensayemos una relectura del artículo de Enrique Krauze “Por una democracia sin adjetivos”, con él que hace 41 años se inició la discusión pública sobre este tema en México.

ree

Publicado en enero de 1984 en la revista Vuelta, el escrito de Krauze está dirigido a Miguel de la Madrid Hurtado quien enfrenta la grave crisis del Estado mexicano provocada por desastrosa gestión de José López Portillo. Para el historiador, “la lección histórica es clara…Confiar en la gente, compartir y redistribuir el poder, es la forma más elevada y natural de desagravio”. La democracia se presenta como la única salida viable para sortear la crisis a la que condujo tanto los veneros del petróleo como “los vicios y costumbres que, en el gobierno y la sociedad, han bloqueado nuestro progreso político”.


Partiendo del marco teórico planteado por Daniel Cosío Villegas, quien asegura que “hemos alimentado nuestra marcha democrática bastante más con la explosión intermitente del agravio insatisfecho que con el arrebol de la fe en una idea o teoría”, Krauze retoma una teoría pendular para explicar los movimientos de nuestra vida política: en el origen de la Independencia se encuentra el agravio que los españoles infringieron a la población mexicana. La Constitución de 1857 representa un desagravio frente a los fueros de la iglesia y el ejército. El agravio mayor de la muerte de Madero, sumado al agravio económico y social del porfiriato, prendió la mecha de la mayor explosión de nuestra historia: la Revolución. En este sentido, la Constitución de 1917 expresa el desagravio a esta deuda histórica. Calles y Cárdenas construyeron el mecanismo político para integrar a los hijos de la Revolución en un mismo partido y orientar su acción política en la consecución de los propósitos plasmados en la carta magna del 17, ruta del desagravio histórico nacional.


Sin embargo, a partir del alemanismo se fue desviando esta acción política hasta que “con José López Portillo culminó la sacralización de la presidencia. El Poder Legislativo se construyó un palacio diseñado no para la deliberación, sino para el culto a la persona del ejecutivo. El Poder Judicial observó impasible el saqueo, declarando una y otra vez su solidaridad irrestricta con el presidente. La prensa, la doctrinaria y la comercial, de derecha y de izquierda, se cuidó de no tocar al intocable”. Se tocó fondo. El péndulo del desarrollo político, en consecuencia, nuevamente se empezó a mover.


Con tiento, Miguel de la Madrid desempolvó el péndulo democrático a partir de la renovación moral de la sociedad y la austeridad republicana. Sin embargo, la polémica social sobre el fraude electoral de 1988 configuró un nuevo agravio social y político que aceleró el movimiento del péndulo político. A partir del 6 julio del 88 se detonó un singular movimiento de nuestro péndulo democrático que continua hasta nuestros días: tras el agravio social de cada proceso electoral posterior, expresados en movilizaciones que tomaron las calles, se produjeron sucesivas reformas electorales orientadas a emparejar la cancha para procurar justas electorales cada vez más equitativas. La alternancia del 2000 es constancia de este paulatino proceso de madurez democrática, que José Woldenberg describe en su texto sobre la “Mecánica del cambio político en México”: cada reforma electoral y avance democrático son producto de la inconformidad social derivada de condiciones inequitativas de las contiendas electorales. Este proceso aún no se ha detenido.


Miguel de la Madrid no sólo empujó el péndulo político, también movió el de la visión social y económica del papel del Estado. Con la designación de Carlos Salinas de Gortari como candidato a la presidencia de la República, de la Madrid igualmente apostó por cambiar la ruta del desagravio nacional plasmada en la Constitución de 1917. Con Salinas el Estado mexicano inició su viraje del liberalismo social al neoliberalismo económico. Por cierto, en su artículo de 1983, Krauze diagnóstico: “Los problemas del PAN…no son pocos. Carece de líderes nacionales y grandes figuras. Desde la muerte de Cristleb Ibarrolla no ha producido ideólogos, sino hombres de choque ideológico -que es distinto. El PAN es el antí-PRI. No ha podido pensar en un amplio programa alternativo”. No hizo falta. El PRI cambio su orientación ideológica y construyó un programa alternativo al nacionalismo revolucionario que el PAN adoptó como propio.

Salinas no sólo movió el péndulo político con el reconocimiento al triunfo electoral del PAN en una gubernatura y con la primera concertacesión, como se llamó entonces, mediante la cual le entregó al PAN el gobierno de Guanajuato, sino que orientó la acción política a privilegiar algunos intereses particulares en detrimento del interés nacional. De la mano del PAN, comenzó a construir una nueva oligarquía a costa de las concesiones gubernamentales y del patrimonio público. Desincorporación y adelgazamiento del Estado se llamó a este proceso.


El péndulo político permitió al PRI y al PAN gobernar 30 años continuos. Con la alternancia electoral aparecieron nuevas reglas e instituciones que, al mismo tiempo de facilitar el movimiento del péndulo político, se constituyeron en garantes del nuevo rumbo social y económico del país fijado desde 1988. La Constitución que se acabó de reescribir durante la gestión de Peña Nieto, con el concurso del PRI, PAN y PRD, poco tenía que ver con la fuente de desagravio histórico de 1917. Esta desfiguración constitucional, y sus consecuencias económicas, infligieron el mayor agravio social que hayamos presenciado en los últimos años: México se convirtió en uno de los países con mayor desigualdad social en el mundo. El agravio fue de tal magnitud que, en 2018, treinta millones de personas corrieron al PRI, al PAN y al PRD no sólo de la presidencia de la República, sino también de las cámaras y de varios gobiernos estatales.


El péndulo político se volvió a mover, pero también el social y económico. Ante el agravio de la desigualdad social, el péndulo de la historia se movió en dirección contraria. El Krauze de hoy piensa que la nueva dirección del péndulo ya llegó a su límite y ahora debe emprender el regreso al lugar que tenía antes del 2018. Tengo mis dudas. Posiblemente el Krauze de hace 40 años hubiera creído que la nueva orientación del péndulo apenas está iniciando dada la magnitud del agravio que significó alterar la ruta del desagravio histórico de 1917. El actual movimiento de nuestro péndulo social y económico pareciera transitar de una democracia sin adjetivos, a una democracia con responsabilidad social. Al final de su artículo, Enrique Krauze concluye, “La Revolución Mexicana fue también, a su manera, el primer asalto mundial al bastión del liberalismo económico”, hoy nuevamente México toma la iniciativa política contra el neoliberalismo económico.  

Por Eduardo Higuera


En realidad, siempre he tenido dudas si los políticos mexicanos son discípulos destacados de la filosofía Groucho- Marxista del descaro y cinismo que es graciosa por patética, o si nacionalistas como son muchos de ellos, tratan de ser tan famosos como Chespirito, en su papel del Chapulín colorado. Para fines de este artículo me decanto por lo segundo.


ree

Sin importar el partido al que pertenezcan originalmente, un gran porcentaje de los políticos de nuestro país se encuentra dispuesto a asumir la forma de un simpático insectito saltador, para pasar a fuerza de brincos de un partido a otro y así asegurarse así que no cometerán el error de vivir fuera del presupuesto, como dijo alguna vez el “Tlacuache” Garizurieta. Lo interesante es cómo, en el aire estos políticos saltadores se las arreglan para cambar por completo sus colores. Los invito a leer la siguiente guía chapulinesca, a partir de la cual podrán determinar si el candidato de sus amores es alguien congruente y con principios (¡en serio hay algunos!) o sí es un vulgar saltarín trepador chespiritesco.

 

Chapulín huesero.- Este espécimen es más común que los tacos de canasta fuera de las estaciones del metro. Se trata del político que está dispuesto a cambiar de bando, de discurso, olvidarse de sus propios dichos, todo con tal de mantener el hueso en su boca y el recuso en el bolsillo. A veces, como el actual presidente, construye toda una fantasía sobre un gran proyecto y cómo el dedo de dios, o del pueblo, lo señalo para cumplir su voluntad. Incluso puede cambiar de partido político o crear el propio con tal de nunca salirse del presupuesto y vive de aportaciones voluntarias que le llegan en bolsitas de papel, con todo y torta de jamón de parte del chavo del 8.

 

Chapulín rebotador.- Lo interesante de esta variedad de chapulín es su capacidad de olvidar toda vergüen za, al punto de lograr la maroma máxima: irse de un partido a otro y rebotar de regreso. El grado de dificultad es 7,2 (esa maroma, ni Rommel Pacheco la tiene) pero aún así hay casos interesantes de candidatos y políticos que lo han logrado. El caso más obvio es Javier Lozano, que del partidazo brincó al partido azul María y rebotó finalmente pararegresar al tricolor. Esta maniobra la logro con aparente éxito, pero lo llevo a ser considerado, además de rebotador, un chapulín tostado o quemado, categoría que nos ocupa a continuación.

 

Chapulín tostado.- Este es la chapulín que de tanto brincar ya quemo el aceite y huele a chamusquina, algo así como si nos acercarnos al puesto de quesadillas de Doña pelos y el olor a aceite quemado es tan fuerte que da nauseas. Hay casos claros en ambos lados del espectro político. El Bronco, que por un berrinche decidió irse del PRI y logró llegar a la gubernatura de NL, para desgracia de los regios y anexos. Otro ejemplo es el señor de los apagones, Manuelito Bartlett que, 42 años después, quiere que los órganos autónomos sean absorbidos por el estado y así reinstaurar la comisión electoral de Gobernación desde donde ya ensayaba caídas del sistema, entonces lectorales y ahora eléctrico.

 

Chapulín virtual.-  Esta especie se encuentro profusamente extendida en las redes sociales, con dos variantes de la subespecie morenae cuyos saltos en lugar de ser den partido apartido se realizan al interior de su propio instituto político, es decir son parásitos internos. Por un lado, encontramos los chapulines “no soy Fifí” pero que visten a la moda, ¡se toman selfies a caballo y cuyas fotos arecen sacadas de una portada de HOLA!, Antonio Attolini es el más conocido de estas criaturitas fashion, tan semejantes a los llamados whitexicans. El otro grupo de bichitos lo constituye la versión endémica de los chapulines habladores, hasta que la verdad les llega a los parejos. Un ejemplo es el afamado chapulín Gibranis SoyChido Minirex, quien rige sus saltos y migraciones de campaña (opaca y poco claras) con la máxima del ya citado Tlacuache Garizurieta. La virtualidad le viene de dos aspectos, que es muy bueno pa´decir las cosas en redes, pero se achica y se somete a la hora de la hora (como al olvidar que llamó delincuente a su ahora jefe, Mario Delgado, y luego lo alabo como el mejor líder para su partido).

 

Finalmente, como cierre de la guía es necesario dejar clara la forma de uso. En primer lugar, cada vez que un candidato llame su atención haga su chamba, no sea flojo, y averigüe sus cambios de partidos, de grupo o de corriente. En esta etapa también es bueno ver si tiene algún proceso por cosa “sin importancia” como la violación y chantaje sexual en perjuicio de una menor. No se vaya a llamar Macedonio. Segundo punto, revise esta guía y vea el tipo de chapulín que su suspirante es… ¿chido o gacho?

 

Tres, vote. Ya sea por guindas, azules, tricolores, amarillos o el que le plazca, pero vote. Se ha comprobado que el voto reduce la plaga de candidatos y suspirantes chapulines y ayuda a detener desaguisados como los de los últimos dos años. Ya ahora, ¡síganme los buenos!

Por Nohemy García Duarte


En la vida de las personas puede haber ciertos sucesos que por dolorosos se busca ignorarlos, no se habla de ellos y se trata de seguir la vida al margen de ellos. Sin embargo, esos acontecimientos están presentes en el inconsciente y, de pronto, como por arte de magia y gracias a un incidente fortuito emergen, se materializan en nuestra realidad cotidiana sin que los podamos desdeñar. ¿Qué se hace en estos casos? ¿Qué podemos hacer para no perder el equilibrio emocional ni existencial de nuestras vidas? Se sabe que la escritura es una alternativa eficaz para superar estas situaciones de crisis, por lo que la literatura de todos los tiempos se ha enriquecido con textos creados con esa motivación.


ree

Un ejemplo reciente de un caso así es la novela El invencible verano de Liliana (2021), de la escritora mexicana Cristina Rivera Garza, galardonada con el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2021. Si bien la obtención de este prestigioso reconocimiento podría ser una motivación suficiente para interesarnos en esta novela, la trayectoria de la autora confirma aún más su calidad literaria. Originaria de Matamoros, Tamaulipas, Rivera Garza es egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México, tiene 60 años de edad y desde muy joven se asentó en los Estados Unidos y realizó estudios de posgrado en la Universidad de Houston, donde también se desempeñó como docente e investigadora. A la fecha es profesora distinguida en el departamento de Estudios Hispánicos de esta misma institución.


Rivera Garza ha recibido distinciones como el Premio Nacional San Luis Potosí 1987, por la novela La guerra no importa; el Premio Internacional Anna Seghers, Berlín, 2005, por obra publicada; el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2009, por la novela negra La muerte me da risa. Ha sido becaria del programa del de apoyo a jóvenes creadores de la Secretaría de Cultura del país y, desde julio del 2023, forma parte del reducido grupo de científicos, artistas y literatos que integran el Colegio Nacional de México.


A la fecha, El invencible verano de Liliana va en su octava reimpresión, lo cual habla del interés del público lector en esta temática y de su éxito de ventas en librerías. Pero ¿de qué trata este texto que, según el jurado del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura de México, destaca por la “sobriedad y los diversos recursos literarios y testimoniales” que la autora emplea para narrar la experiencia familiar de un feminicidio no resuelto?


“Uno puede no saber por muchos años, pero una vez que quiere saber, uno quiere saberlo todo de inmediato”, asegura Cristina Rivera en uno de los capítulos de su novela en la que le da voz a su hermana menor asesinada treinta años atrás, presuntamente por quien fuera su novio, contra quien se expidió una orden de aprehensión, pero a quien nunca aprendieron, por lo que el crimen quedó impune.


De este suceso de nota roja, que en su momento ocupó las páginas de diarios como La Prensa y noticieros de radio y televisión nacionales, Rivera Garza construye un texto por demás original en el que entremezcla la ficción con la recopilación de hechos reales, la recreación de textos tomados de cartas y cuadernos escolares de su hermana Liliana y la incorporación novelada de múltiples testimonios que la propia autora obtenidos entre amigos y familiares que treinta años atrás convivieron con la entonces joven universitaria durante los últimos meses y hasta pocas horas antes de su asesinato.  


El invencible verano de Liliana es una novela que se nutre de múltiples fuentes informativas para conformar un relato literario intimista, con un marcado énfasis feminista en cuanto a la interpretación y el análisis que la autora realiza de los hechos recabados, según afirma en el propio texto, con sumo esmero y detalle. “Con el cuidado del arqueólogo que toca sin dañar, que desempolva sin quebrar, mi intención es abrir y preservar a la vez esta escritura: des y recontextualizarla en una lectura desde el presente.”


En esta tarea de reconstrucción de los últimos meses de la vida de Liliana, la autora se vale del lenguaje feminista y de los enfoques teóricos generadas por movimientos afines en México, Estados Unidos y Latinoamérica en defensa de los derechos de las mujeres y, en particular, para la tipificación del feminicidio como delito por razones de género; del establecimiento del Día Internacional Contra la Violencia de Género; y de la constitución de protocolos y pruebas diagnósticas de violencia doméstica y violencia íntima de pareja que ayuden a detectar factores de riesgo que enfrentan las mujeres en su vida diaria.


El invencible verano de Liliana es una novela que bien podría calificarse de feminista y, a la vez, de gran calidad literaria, que recrea atmósferas y personajes en una trama temporal que inicia en el presente, se regresa al pasado y transita de ida y vuelta en el tiempo. También llama la atención la exposición documentada y fundamentada que Cristina Rivera hace en torno a la necesidad actual de atender con mayor interés la problemática del feminicidio en México. Esta preocupación se justifica por reportes como el de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), llevada a cabo por el INEGI en 2021. Según este organismo, en México el 70 por ciento de las mujeres de 15 años y más declararon haber experimentado al menos un incidente de violencia; y de ellas, las mujeres más jóvenes —entre 15 y 24 años— fueron las que vivieron mayor prevalencia de violencia con un 58.3 por ciento.


El título de la novela El invencible verano de Liliana, responde al interés de la autora por celebrar la corta vida de su hermana con un espíritu positivo y, en este sentido, recupera una frase de un texto ampliamente difundido del escritor francés Albert Camus, quien en 1954, fuertemente influenciado por la Segunda Guerra Mundial que había vivido de cerca, escribió la colección de ensayos titulada Verano, en donde podemos encontrar un famoso párrafo que dice: “en mitad del invierno aprendí por fin que había en mí un verano invencible”. La novela de Cristina Rivera es un homenaje de esta escritora a su hermana Liliana y al invencible verano que en ella descubrió al escribir este texto que a la distancia y después de 30 años, refrenda el vínculo fraterno e indisoluble que existe entre estas dos hermanas.

Recibe nuestras publicaciones AL MOMENTO.

Suscríbete al boletín. 📬

Logo-Aguachile-Blanco.png

© El Aguachile

Algunos derechos reservados.

bottom of page