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El 21 para AMLO: su escenario

Por: Sergio Anzaldo


A como se va viendo la cosa, el único que parece tener clara la importancia electoral del 2021 es AMLO. Y, en consecuencia, su marco teórico es el que está definiendo el contexto político y electoral de las próximas contiendas electorales. Los retos para los partidos políticos no devienen únicamente de los cambios formales impulsados, sino, sobre todo, del cambio en las condiciones sociales en que se basaba su tradicional operación política electoral. Pero pareciera que a los partidos no les ha caído el veinte sobre las implicaciones que tiene para su respectivo desempeño este emergente escenario político electoral. Para no atosigar, echémosles un ojo a tres factores:

La singular militancia mexicana. La añeja discusión sobre las fuentes de financiamiento, público vs privado; la cruenta disputa por la distribución de las prerrogativas; y las insólitas restricciones para el ejercicio legal de las mismas, además de sonados casos de corrupción, auspiciaron la mutación de una hipotética militancia voluntaria a una pagada que no mueve un dedo si no recibe una lanita. Con la disminución de las prerrogativas y la cada día mayor dificultad para acceder a fuentes alternativas de financiamiento, simplemente no va a haber con queso las enchiladas. Por lo menos no en la magnitud necesaria para mantener una estructura desplegada en cada sección electoral del país.

¿PRI, PAN, PRD serán capaces de generar en un año una mística de trabajo voluntario, podrán persuadir a sus actuales militantes para que se entreguen a las causas del partido tan sólo por la satisfacción de haber cumplido con el deber? Lo dudo. En este rubro, hay que reconocer que Morena es un estado de ánimo, por eso puede darse el lujo de renunciar al 75% de sus prerrogativas; Dinero maldito que nada vales, parecen cantar convencidos por nuestro filosofo José Alfredo Jiménez.


La movilización. Esta peculiar aportación y característica de nuestra vida democrática se va a enfrentar con nuevos y decisivos obstáculos para su despliegue. A la astringencia económica y a la creciente fiscalización del uso de efectivo, se suma la tipificación como delito grave de las travesuras cometidas en materia electoral: primero tambo sin fianza y luego averiguamos, establece ahora la ley. Pero esto no es lo más insalvable.

La eventual universalidad de los programas sociales atenta contra el principal aliciente de los movilizados: la esperanza de recibir algún beneficio o trato preferencial. El poder de los movilizadores residía en las listas de sus parientes, amigos y amigos de sus amigos que veían en él la posibilidad de acceder a esa condición. La complicidad era el camino más accesible para recibir algún beneficio o, en su caso, para no ser borrados precisamente de algún padrón de beneficiarios. La coacción o el apapacho el mejor lubricante para la movilización en donde la discrecionalidad es la determinante para la integración de las listas. Con la universalidad de los programas sociales, no sólo la discrecionalidad se queda sin valor, sino que el costo del incentivo que puede convencer a alguien otorgar su voto, se incrementa exponencialmente. Digamos que los precios del mercado electoral se vuelven prácticamente impagables.


El canibalismo de los partidos de oposición. PAN, PRI, PRD parecen estar convencidos que su única oportunidad de ser competitivos electoralmente es convencer al electorado que cada uno es el más anti-AMLO. Algo similar parece ocurrir con los partidos que están a punto de salir del cascarón. No han hecho las cuentas que por la derecha podrán disputar, acaso, un 30% del mercado electoral, mismo que dividido entre la mayor parte de los partidos de oposición no alcanza ni para moverle una pluma a ese gallo. Por la derecha, le van a ser lo que el viento a Juárez, diría el clásico.


Y eso que el escenario mediático está peor para los partidos. Pero no los aterroricemos. Mejor dejamos esa reflexión para una próxima entrega. Lo que si sería conveniente que consideraran es que en política, como en el Big Brother, las reglas cambian. Y el que no se aclimata, se aclichinga.

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