Por: Saúl Arellano
Quedan pocas personas en México que no asocian a las siglas del Partido Revolucionario Institucional con las palabras de “corrupción”, “incompetencia” y “mal gobierno”. Sin embargo, ese número podría reducirse aún más a partir del 11 de agosto, cuando haya sido impuesto como su presidente el ex gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, “Alito”; y como su Secretaria General, Carolina Viggiano, esposa del ex gobernador de Coahuila, Rubén Moreira Valdés.
Durante décadas, la famosa “disciplina partidaria” fue una de las fortalezas que le permitieron al PRI mantener “unidad” y sentido de pertenencia en torno a proyectos personales y de grupo que le dieron viabilidad y eficacia política. Sin embargo, de forma paradójica, esa misma “disciplina” ahora en una versión distorsionada, será la que lleve al PRI a ser un partido democráticamente irrelevante para México.
No hay duda de que el Partido Revolucionario Institucional tuvo grandes presidentes a lo largo de su historia; pero es cierto que hubo numerosos que eran y son impresentables, y en los últimos años fueron emblemáticamente nefastos: desde Roberto Madrazo, pasando por Humberto Moreira, y hasta Enrique Ochoa, se trata de personajes, en el primer caso, de una ambición sin límites; en el segundo, siempre bajo la sospecha de la corrupción; y el tercero un improvisado venido a más gracias a su conducta dócil respecto de los mandatos que recibía desde la Presidencia de la República.
Alejandro Moreno será un presidente estridente del PRI, pero poco abonará a la democracia interna y a la democracia en general del país. Su formación académica e intelectual es por lo demás limitada, y su carrera política, más allá de los cargos que le han obsequiado sus jefes, es más bien mediocre, sobre todo si nos atenemos a los resultados que obtuvo como (des) gobernador de Campeche.
Sólo por citar un dato, basta el dado a conocer recientemente por el CONEVAL, relativo al incremento en el porcentaje de personas en pobreza entre 2014 y 2018, periodo en el que se pasó del 43.6% de la población estatal en esa condición, a 46.2%; mientras que en números absolutos el incremento fue de 391 mil personas, a 440,400, es decir, 49,400 personas más, o bien, un promedio anual, en ese periodo, de 12,350 pobres más, en promedio por año, en el periodo señalado.
En materia de inseguridad, tampoco los resultados del exgobernador son muy relevantes; de acuerdo con el INEGI, de 1990 a 2015, año en que asumió la gubernatura (en el mes de septiembre, el promedio anual de homicidios en Campeche era de 65; pero entre 2016 y 2018 el promedio creció a 80 casos por año, es decir, 23% más que el promedio registrado en los últimos 25 años previos a su llegada a la gubernatura.
El proceso de elección del presidente y secretaria general del PRI ha estado, por otro lado, plagada de irregularidades, lo cual llevó a que el Doctor José Narro Robles renunciara, no sólo a continuar participando, sino a su militancia de años, y con él, la salida de varias personalidades del PRI que se sumaron a esta protesta, entre las más destacadas, la de Beatriz Pagés, presidenta y directora general de la Revista Siempre.
La única posibilidad de que el PRI tuviese relevancia política, en el mejor sentido del término, era elegir a una presidencia con personalidades éticamente sólidas, con autoridad moral para confrontar las políticas del gobierno federal, y con estrategias novedosas para identificar y construir nuevos liderazgos en las entidades y los municipios, a fin de revertir la tendencia al encumbramiento de personajes que han resultado no sólo pésimos gobernantes, sino incluso procesados y, otros, incluso sentenciados en México y fuera del país: Mario Villanueva y Roberto Borge de Quintana Roo, Eugenio Hernández y Tomás Yarrington de Tamaulipas; Javier Duarte y Flavino Ríos de Veracruz, Rodrigo Medina de Nuevo León, Andrés Granier de Tabasco, Jesús Reyna de Michoacán, Roberto Sandoval, recientemente acusado como ex gobernador de Nayarit; y Jorge Torres, figura íntimamente ligada a Rubén Moreira, en Coahuila.
En ese sentido, destaca el hecho de que, de los 19 gobernadores priistas en funciones, que se tomaron la fotografía con Enrique Peña Nieto al momento de llegar a la Presidencia de la República, diez fueron acusados formalmente o procesados por la justicia.
Ese ese el PRI que fue aplastado en las urnas, el cual sentenció su destino en 2018 al haber elegido además a su peor candidato en la historia, no sólo por el desempeño que tuvo en campaña, sino porque no era, ni de lejos, lo mejor que pudo haber propuesto ese partido a la ciudadanía.
Con todo esto no sólo el PRI se hunde; en realidad pierde el país, porque México requiere de una oposición socialdemócrata inteligente, moralmente sólida, y con la capacidad de concitar a construir diálogos amplios para contribuir a la construcción de un nuevo Estado Social de Derecho, que se sustente en instituciones, y no dependa de liderazgos personales, cuyo carisma puede ser muy poderoso, pero cuyo compromiso con el país, o su capacidad de gobierno sean limitados.
Lo esperable es que el PRI perderá cada vez más espacios; y lo peor sería lo contrario; que el partido de Alejandro Moreno se reposicionara, porque entonces estaría en posibilidad de competir por el poder, un instituto que va a representar todo, menos una oferta inteligente y ética de México.
*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, la forma de pensar de la Revista El Aguachile.
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