Por Sergio Anzaldo Baeza
Estamos tan ensimismados en nosotros mismos y en nuestras disputas domésticas que literalmente nos pasa de noche lo que acontece allende nuestras fronteras, por más escalofriante y espeluznante que sea. Nuestro ensimismamiento, en todos los niveles y ámbitos, nos impidió escuchar los recientes gritos de desesperación y angustia que intentaron cimbrar el recinto de la ONU durante el pasado debate general de la Asamblea General de septiembre del 2022.
Con un desgarrador llamado de atención António Guterres dio la bienvenida al debate: Nuestro mundo está en un gran problema. Las divisiones son cada vez más profundas. Las desigualdades son cada vez más amplias. Los desafíos se están extendiendo más lejos. No nos hagamos ilusiones. Estamos en mares agitados. Un invierno de descontento global está en el horizonte. La crisis del costo de la vida hace estragos. La confianza se desmorona. Desigualdades estallan y nuestro planeta arde. La gente está sufriendo y los más vulnerables son los que más sufren.
Por si este horizonte sombrío no fuera suficiente, más adelante Guterres puntualizó: Las plataformas de redes sociales basadas en un modelo comercial que monetiza la indignación, la ira y la negatividad están causando un daño incalculable a las comunidades y sociedades. El discurso de odio, la desinformación y el abuso, dirigidos especialmente a las mujeres y los grupos vulnerables, están proliferando.
Por su parte, el presidente de Perú, Pedro Castillo, denunció el fracaso de los diversos experimentos históricos que, desde hace quinientos años, se han ensayado para occidentalizar, desarrollar o modernizar Latinoamérica: Soy el jefe de estado de un país multiétnico y pluricultural con más de tres mil años de desarrollo de alta civilización que ha tenido dificultades para eliminar el racismo y la desigualdad social. Mi gobierno simboliza las demandas, simboliza las aspiraciones e ilusiones de quienes no han tenido nada, o tuvieron muy poco para integrarse a la vida nacional como actores de su propio destino.
Claro que este histórico reclamo de Castillo pasó desapercibido. Existe un fenómeno de saturación o de evasión deliberada de las noticias con las que no coincidimos y decidimos que el mejor camino es ignorarlas, con lo cual, borramos a los otros, dejamos de ver a los que no comulgan con lo que creemos y pensamos. Así, simplemente no escuchamos las denuncias de los otros, por fuertes que éstas sean, como la del novel presidente colombiano, Gustavo Petro, quien clamó en el desierto de las Naciones Unidas: Por ocultar la verdad verán morir las selvas y las democracias: la guerra contra las drogas ha fracasado; la lucha contra la crisis climática ha fracasado. El dictamen del poder ha ordenado que la cocaína es el veneno y debe ser perseguida, así ella solo cause mínimas muertes por sobre dosis. Pero en cambio, el carbón y el petróleo deben ser protegidos, así su uso pueda extinguir a toda la humanidad. Proponen que el mercado nos salvará de lo que el mismo mercado ha creado: el Frankenstein de la humanidad está en dejar actuar al mercado y la codicia sin planificar, rindiendo al cerebro y a la razón, arrodillando la racionalidad humana a la codicia. La causa del desastre climático es el capital, la lógica de relacionarnos para consumir cada vez más, para producir cada vez más y para que, algunos pocos, ganen cada vez más. Evidentemente nadie lo quiso escuchar.
Gabriel Boric, presidente de Chile, con su estilo buena onda trato de convertir su derrota del plebiscito entorno a una nueva constitución chilena en eje de un susurro para llamar a todos los pueblos a ponerse las pilas: Lo que sucedió en mi patria no fue casualidad, sino consecuencia de innumerables historias de dolor y postergación que se fueron incubando y afectando el corazón mismo de nuestra sociedad. Y quiero decirles que puede pasarles en sus países también. Por eso los quiero invitar a anticiparnos, todos juntos en la búsqueda de una mayor justicia social, distribuir de mejor manera la riqueza y el poder.
El presidente salvadoreño, Nayib Bukele, ave de tempestades y fiel a su polémico estilo, dejó muy claro la marginal incidencia de la ONU en la toma de medidas concretas para corregir el rumbo: Hace tres años estuve aquí, en este mismo pódium, en la Naciones Unidas. En ese tiempo les dije que este formato es obsoleto y ahora, tres años después, nos damos cuenta de que lo es aún más.
Sin embargo, para no perder toda esperanza el propio Bukele recapacitó sobre la importancia de que una nación como el Salvador aprovechara el foro global de la ONU: Tal vez sirva para que este representante de este pequeño país, humildemente les recuerde que estas Naciones Unidas no se crearon para dividir, para destruir, para someter, sino para relacionarnos, para trabajar juntos, para construir una mejor comunidad de países y buscar soluciones a los problemas del mundo.
En fin. Recordando a Borges, tenemos el privilegio de vivir tiempos inciertos. Sin embargo, un buen principio para continuar por nuestra travesía en este momento histórico sería hacer el ejercicio de voltear a ver al otro y escuchar al que piensa diferente. De otra manera, vamos a seguir encerrados en nosotros mismos y vamos a estar condenados a repetir las mismas fórmulas que nos han traído a este cuento de terror global. Si algo nos quieren decir los gritos y susurros que se vertieron en la ONU es que no estamos eligiendo el mejor camino.
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