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Hipocresía migratoria

Actualizado: 13 ago 2019

Por: Eduardo Higuera

"Yo tengo más respeto para un hombre que me permite conocer cuál es su posición, incluso si está equivocado. Que el otro que viene como un ángel pero que resulta ser un demonio."

MALCOM X

La mexicana es una sociedad hipócrita.


Tengo muy buenos argumentos y ejemplos para sostener esto, casi en cualquier ámbito y tiempo, pero por hoy enfoquémonos en la política migratoria en México.

Nuestro país, a pesar de los discursos de los recientes gobiernos federales, ha sido profundamente hipócrita y mentiroso al tratar el asunto de las personas que deben migrar forzosamente y pasan por nuestro territorio nacional o buscan instalarse.


Ellas y ellos llegan/llegaban a nuestro país, ya sea por su interés de usarnos como trampolín a Estados Unidos o porqué, de forma casi inaudita, las perspectivas de trabajo y vida aquí eran mejores que en sus países de origen.


Mientras esto pasaba, los presidentes (FOX, Calderón, Peña y AMLO) hablaban de la tradición nacional de aceptar refugiados, darles un hogar e integrarlos a nuestra vida, recibiendo sus aportes y conocimiento con gusto.


Dos ejemplos clásicos de ese discurso son la oleada de refugiados sudamericanos que huyeron de las dictaduras de los años 70 y los refugiados republicanos españoles durante el gobierno cardenista.


Sin duda, se abrieron las puertas en ambas ocasiones pero las situaciones eran extraordinarias y particulares.


En ambos casos se debe apuntar que los refugiados provenientes tanto de la guerra civil española como del cono sur poseían dos características que favorecieron su asilo masivo.


Por un lado, se encontraban dentro del mismo rango ideológico oficial del mandatario en turno (Cárdenas y el dueto LEA/JLP), con lo cual se podría sospechar más de un gesto politizado que una verdadera acción humanitaria.


La segunda característica se refiere al interés del gobierno en lo que podían aportar. Muchos de los que escaparon de la dictadura franquista eran filósofos, educadores, personas de un alto estándar de educación en las ciencias humanas y eran muy valiosos para un régimen que buscaba reconstruir la realidad nacional combatiendo el atraso en que fuerzas como la iglesia católica y los oligopolios mantenían al país. Así que toda la potencia intelectual de la república española que viniera a nuestro país era bienvenida.


Esta misma condición parece haberse repetido en los años de los refugiados de las dictaduras de Argentina y Chile, 40 años después.


Aunque es indudable que entre Cárdenas y los dos presidentes que asumieron el cargo en la década de los 70 hay un mundo de distancia, el primero era socialista y los segundos populistas disfrazados de socialistas, los gestos simbólicos con respecto a los “compañeros” caídos eran casi una obligación.


De ahí que nuestro país recibiera oleadas de investigadores, ingenieros y humanistas procedentes de ambos países, con un altísimo grado de preparación. Y del mismo modo que nuestro país sufrió una afortunada sacudida con los españoles, el aporte sudamericano nos ayudó a crecer intelectualmente y a construir instituciones de cultura, investigación y divulgación.


Desde entonces hasta hoy, la profundización de la hipocresía nacional no ha dejado de existir y en cambio se ha acentuado.


Elijan cualquiera de las recientes crisis migratorias de los últimos 20 años, provocadas por contextos económicos sumamente difíciles, violencia generalizada, dictaduras de derecha e izquierda y verán a lo que me refiero; revisemos algunas de ellas.


Los balseros: cubanos conocidos así a pesar de que muchas veces no llegaban de esa forma. El motivo, estar hartos del régimen del comandante y el interés económico.


Tras eso fueron la nueva oleada de argentinos que el corralito, la crisis del estado argentino y las administraciones kirchneristas nos dejó.


Después empezaron a llegar los venezolanos, escupidos de su tierra por la locura chavista.


Finalmente, los centroamericanos, así se les ve en conjunto, sin darles derecho a una identidad específica, arrojados al camino por Estados casi fallidos, guerrillas, pandillas y gobiernos dictatoriales ineptos y deshumanizados.


¿Qué ocurrió en estas ocasiones?


Pues creo que cualquiera que tenga memoria recordará que todos estos refugiados se integraron como escoria en el imaginario colectivo, carne de cañón, apta solo para meserear, ser jardineros, prostituirse, ser considerados delincuentes potenciales sin beneficio de la duda y por supuesto, material de abuso y lucro para mafias dentro y fuera del estado mexicano.


Junto con esas memorias del aspirante a modelo argentino y la teibolera cubana, podemos recordar las huelgas y enfrentamientos en las estaciones migratorias, provocadas por las terribles condiciones en que se les hacinó; las fosas de cientos de desafortunados en Tamaulipas y muchos otros estados; las historias de menores terriblemente abusados y desaparecidos, cuyo único delito era querer estar con sus padres en el gabacho; las razzias en clubes nocturnos y hoteles de paso que terminaban en abusos sexuales contra dominicanas, argentinas, cubanas y venezolanas, seguida de la deportación; los feminicidios que se ventilaban en redes sociales de scorts venezolanas, y las historias desgarradoras surgidas de la famosa bestia, el tren de la muerte. Esto entre un mar de podredumbre.


Y como los gobiernos de 2000 a 2018 no se encontraban en el espectro ideológico adecuado, y no veían ningún beneficio en estas masas de refugiados, simplemente permitían su asesinato, explotación y deportación. Esto mientras se emitían protestas por la forma en que nuestro vecino del norte violentaba los derechos de los migrantes mexicanos.


Con la llegada del nuevo gobierno esto cambio, es decir empeoró.


Al principio, como en tantos temas, parecía que podría suceder un cambio positivo y que la hipocresía en el trato hacia los migrantes sería algo del pasado, o que al menos se reduciría drásticamente.


Se habló de planes conjuntos entre los socios del TLCAN para desarrollar Centroamérica y de que se repetirían abusos de gobiernos liberales sobre los que buscaban refugio en México, de fuerza de trabajo y visas.


Desde aquel punto hasta hoy, las cosas han cambiado drásticamente. El TLCAN mutó en TMEC y además de plantear serias dudas sobre la nueva relación comercial con Estados Unidos, se ha transformado en un arma. El presidente norteamericano puso el pie en el cuello de AMLO y su gobierno y lo transformó en un perro guardián que militariza la frontera sur y realiza inversiones en arbolitos, “apoyando” a nuestros vecinos del sur, sin asegurarse de qué es viable en el actual contexto.


Se puede ver la actual hipocresía, que desciende desde un gobierno timorato que no puede responder de tú a tú Trump y asumir los costos, hasta la continuación de las predicas pastorales de fraternidad con nuestros hermanos del sur, que contradice a la realidad.


Y es que esta hipocresía es la peor de todas. Además de seguir con nuestro sacrosanto discurso de un México abierto a todos, mientras ya las deportaciones eran del triple que el año pasado, nos venden toda esta situación como un triunfo diplomático nacional cuando en realidad le aseguramos al anaranjado presidente de USA una buena plataforma para la reelección y nos encaminamos a transformarnos en un tercer estado seguro.


Hipocresía completa.


@HigueraB


*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, la forma de pensar de la Revista El Aguachile.

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