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Jóvenes y pandemia: una cosa es regresar y otra retroceder

Por Vicente Amador


Recientemente, millones de jóvenes reanudaron sus estudios universitarios. Algunos, creo que los menos, regresaron de forma presencial. La mayoría siguen sus clases a distancia. Los que pueden, claro.

Después de tantos años ligado a la enseñanza, nunca imaginé que escucharía a tantos alumnos queriendo volver a clases presenciales. Eso sí, nunca a la sesión de las siete de la mañana. Y los papás y maestros diciéndoles: “eh, tranquilos, no todos, sin amontonarse”.


La semana pasada conmemoramos el Día Internacional de la Juventud y, por si fuera poco, los jóvenes siguen frente a las cámaras porque pasaron de ser los mayormente inmunes o asintomáticos, para ser el centro de la enfermedad y los contagios de Covid-19. Esta columna no resistió la tentación de abordar el tema, con números.


Por el INEGI sabemos que en México habitan 31 millones de personas que tienen entre 15 y 29 años. Pura juventud. Ese grupo representa el 25% del total de la población en el país.


Si la educación ya era un reto central, ahora metidos en el segundo año de la pandemia el desafío se vuelve cada vez más relevante. Para muchos expertos, especialmente América Latina sufre una crisis educativa alarmante, ¡más alarmante! Cuando en países más prósperos muchos han podido volver a las aulas, en Latinoamérica la UNICEF nos dice que casi 100 millones de niños siguen estudiando a distancia. Y el tema no son solo los problemas de aprendizaje, que son amplios y tremendos. Es que ya se registran millones que han abandonado las escuelas para trabajar donde puedan. Millones de ellos, sabemos, no volverán nunca más a clases.


En México, de los jóvenes que están entre los 15 y los 29 años, aproximadamente 1 de cada 3 va a la escuela. Es entre los 15 y los 17 años donde más jóvenes asisten. Y ya entre los 24 y los 29, no llega al 10% de jóvenes que siguen estudiando.


Así como sucede con el acceso a la educación, nos queda claro que, como consecuencia de la pandemia, también aumentó el desempleo. A estas alturas, ya muchas estadísticas nos dicen que los jóvenes son a quienes más se les precarizaron las oportunidades laborales.


Por la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo también sabemos que, para el primer trimestre de este año, había aproximadamente 14.3 millones de personas entre los 15 y los 29 años que estaban ocupadas, es decir, que tenían algún tipo de trabajo. Y poco más de un millón doscientos mil jóvenes dispuestos a trabajar, pero sin encontrarlo.


El año pasado la Organización Internacional del Trabajo presentó el informe mundial “Los jóvenes y la Covid-19”. Le resumo los resultados: “el impacto de la pandemia en los jóvenes es sistemático, profundo y desproporcionado. Éste ha sido particularmente duro para las mujeres jóvenes, los jóvenes de menor edad y los jóvenes que viven en países de ingresos más bajos”. Se han localizado impactos determinantes en el empleo, la educación y la formación, los derechos de los jóvenes y el bienestar mental.


El caso no solo es volver a un salón de clases. Al menos desde la perspectiva como sociedad, se trata de saber que hay elementos, como los que acabo de mencionar, que necesitan ser equilibrados para que los jóvenes tengan al menos un piso más parejo, ahora que la pandemia lo ha desequilibrado… ¡más!

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