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Lo amas o lo odias, efecto AMLO

Actualizado: 13 ago 2019

No importa en qué parte del país vivas, qué hora del día sea o lo que estés haciendo, seguramente López Obrador estará presente en uno o más momentos a lo largo de tu día. Para bien o para mal, el presidente de México se ha encargado de dominar todas las conversaciones y ubicar a toda la población en alguna de las dos opiniones extremas: lo alabas o lo aborreces. Una estrategia no tan mala si consideramos que del odio al amor solo hay un paso.


Por Sergio Anzaldo Baeza


Con AMLO no hay medias tintas: lo amas o lo odias, pero no lo ignoras. En medio de la diatriba, estridencia y polarización que causa nuestro presidente, aparece en el horizonte la clásica tesis de Vincent como una suerte de destello interpretativo que nos ayuda a entender el efecto AMLO: lo que te chinga te aliviana y lo que te aliviana te chinga. Veamos.

La narrativa. Lo amas si estás contra la corrupción, la mafia del poder y la impunidad, pero lo odias cuando no coincides con el perdón o la amnistía, o cuando cuestiona el paradigma del neoliberalismo sin trazar una alternativa clara.


La polarización. Lo amas si estás resentido con los fifís, pero lo odias si abominas a los chairos.


La ominipresencia. Lo amas porque está presente en todas partes, porque a toda hora da su versión de las cosas y hasta organiza compras de pipas y ventas de garaje de autos blindados y helicópteros, pero lo odias porque no da tregua y lo encuentras hasta en la sopa.


El estilo. Lo amas cuando te identificas con el predicador mimetizado con el pueblo que compra su café en un Oxxo, pero lo odias cuando piensas que el presidente no debe andar haciendo esos osos y menos exponerse de esa manera.


La claridad. Lo amas si te gusta que utilice dichos del dominio popular para justificar sus decisiones, pero lo odias si te parece que un presidente debe ser políticamente correcto, dar explicaciones con datos duros, tablas de Excel y recurrir a la planeación estratégica para la toma de decisiones.

El target. Lo amas si te sientes parte del pueblo bueno que ahora sí va a ser tomado en cuenta y beneficiado por la acción gubernamental, pero lo odias si tienes la sospecha que te está dejando fuera de la jugada y conspira contra tu estilo de vida.


La acción. Lo amas si apoyas la lucha contra el huachicol, pero lo odias si no encuentras gasolina.


La actividad. Lo amas por lo que hace, como lo hace y lo que no hace. Lo odias por lo mismo.


La consistencia. Lo amas por su carácter, lo odias por lo mismo.


No hay forma de evitar discutir sobre AMLO. Aún si nos proponemos obviar el tema, es inevitable caer en interminables, intensas y acaloradas discusiones sobre si con la 4T vamos a recuperar el paraíso perdido o, al contrario, estamos a un paso del precipicio, casi a punto de caer. A decir verdad, ni él puede saber con certeza a dónde vamos a llegar.


Sin embargo, considerando los resultados obtenidos hasta ahora, en lo personal no encuentro indicio alguno para que a estas alturas AMLO pueda considerar alterar un ápice su estrategia, porque como establecen los principios básicos del domino: si te funciona la ficha, repítela. Total, del amor al odio y del odio al amor, solo hay un paso.


*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, la forma de pensar de la Revista El Aguachile.

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