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Mujeres en puestos directivos: progreso para todos.

Por Vicente Amador


No es casual que, en la mayoría de las escuelas ─al menos de educación básica─, la comunicación principal es con las mamás. El teléfono del papá suena, por lo general, solo si ella no respondió. Sigue sorprendiendo que, en ciertos reclutamientos laborales, la posibilidad de la maternidad juega en contra.

Cada vez más personas comprendemos que hay una deuda de igualdad con las mujeres. Nunca mejor dicho en este espacio de cifras, un número rojo, que nos habla de un histórico piso que no ha sido parejo para que ellas accedan a las mismas oportunidades de desarrollo.


Abundan los ejemplos de sueños, de anhelos, que muchas no concretaron “por ser mujeres”: carreras que no podían estudiar, trabajos que no podían desempeñar, lugares a los que decididamente estaba cerrado el paso. Una maestra, a la que le tengo una profunda admiración, me platicaba que cuando quiso estudiar filosofía le dijeron que de ninguna manera, que eso no era para ella, que “mujer que sabe latín tiene mal fin”.


Concretamente en el terreno laboral, a pesar de que se han conseguido logros importantes, que más mujeres se han sumado al mercado profesional, incluso que han aumentado los esfuerzos de inclusión, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) acaba de presentar la segunda edición de un estudio que nos deja claro que las mujeres siguen subrepresentadas en las empresas, con poca participación sobre todo en puestos directivos, en la toma de decisiones.


Este análisis, hecho con datos que reportaron 157 empresas nacionales que cotizan en bolsa, nos dicen que de 2507 personas que participan en los consejos de administración de estas organizaciones, 254 son mujeres, es decir, 1 de cada 10. Es más, en uno de cada tres consejos de administración no participan mujeres.


Incluso, si lo comparas con otras economías de la región como Colombia o Brasil, la participación de mujeres en consejos de administración en empresas mexicanas es bajo. Ya ni decir si lo mides con Reino Unido, donde el 35% de los consejeros son mujeres. Algo similar sucede en Canadá o en Estados Unidos, donde la brecha es menor pero no por ello aún dispar.


De las empresas estudiadas por el IMCO, solo 4 están dirigidas por mujeres. Y cuando analizas su participación ya no en los consejos de administración sino en las principales direcciones de las empresas, el número también es bajo: 2 de cada 10 mujeres son cabezas de la dirección jurídica, menos de una de cada diez están al frente de la dirección de finanzas.


La participación de las mujeres en las empresas, de inicio, ayuda a reparar una añeja desigualdad. Una realidad que, por si fuera poco, se agudizó con la pandemia. La inclusión de mujeres dentro de las empresas, también lo señala el IMCO, se traduce en mayor competitividad para México, ya que se vuelve una economía más atractiva por el talento y la inversión.


Alguna vez le presentaron a un director de empresa una estrategia que priorizaba, enarbolado eficiencia, la contratación de varones. Respondió con un simpático juego de palabras: “Esa estrategia está condenada al fracaso porque le falta más de la mitad del mundo”. “La igualdad de género es progreso para todos", habría rematado Ban Ki-moon, ex secretario de la ONU.

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