Por Érika Souto
Dicen las malas lenguas que nunca le creas a un político hablar de estrategias sanitarias, y les creo…a las malas lenguas.
La estrategia de ningún gobierno en cualquier lugar del mundo, irá a la par de un plan de sanidad por los intereses qué hay de por medio; como acuerdos, farmacéuticas, organismos internacionales, conveniencias económicas y políticas, etc.
Parece que hasta este punto la mayoría inferimos en el mismo juicio.
La reciente fractura social en desacuerdos viene cuando dos pilares protagonistas de este aislamiento empiezan a perder estabilidad, cómo lo son los intereses económicos y después los emocionales.
Sí, en ese orden, porque quien controla su dinero, es más fácil que controle sus emociones.
Y si algo a dejado sobre la mesa este virus, es la desigualdad económica, física y mental, lo diferente que lo hemos vivido unos y otros.
Sobrevivir, es la acción de subsistir en medios y condiciones adversas mientras se desarrolla un evento o una enfermedad.
Hemos estado sobreviviendo, aferrándonos al recuerdo de una vida que creíamos conocer.
Al no tener la certeza del fin ante este virus, la certidumbre de una vacunación oportuna pero sobre todo eficaz, cuando no hay estrategias bien elaboradas, se obtiene como resultado un sistema de salud colapsado. Después de al rededor de 520 días en pandemia, se ha decidido hacer inminente el retorno a las aulas y las voces se dividen entre los que regresarán y los que no.
Pero para alguien no es opcional el regreso; para el magisterio, y de manera indirecta, su familia; porque en donde se arriesga uno, se arriesgan todos.
Como dato importante, a este grupo se le vacunó con CanSino, laboratorio que reveló recientemente que las especulaciones eran ciertas, se necesita una segunda dosis de refuerzo y siguen pendientes los resultados de la investigación de fase III.
Aquí hay un esquema de vacunación incompleto que con todo y el muy esperado comunicado oficial de CanSino Biologics Inc, el gobierno de México no se ha manifestado para la aplicación de un booster ante la decisión de un retorno.
¿A la guerra sin fusil?
Esta tercera ola ha sido la predominante en niños y jóvenes, los no vacunados; derivado de la obligación laboral y/o el cansancio mental de los papás, logrando que la mayoría de las familias se empezaran a resignar, conduciéndose a la exposición con una variante más resistente y aquí están los resultados, rompiendo récords de contagios.
Conforme pasa el tiempo, las prioridades van cambiando, cada uno de nosotros emplea un método diferente de supervivencia según las necesidades, el lugar en donde nos encontremos y de las condiciones del entorno.
Es aquí en donde empiezan las acciones desesperadas, como el inaplazable retorno a las actividades rutinarias de los colegios, porque el gobierno empieza a superponer un problema mayor, a uno menor pero muy importante; y sin erradicar ninguno.
Es una lucha escogiendo si a los niños los salvan de la violencia intrafamiliar, el estrés y la obesidad, o solo de un contagio en el mejor escenario, en el peor, la muerte; y no solo a ellos, a los integrantes inmunodeprimidos de las familias.
Y es qué hay que hablar de algunos otros panoramas que México vive, como carecer de educación nutricional y física para que este virus pudiera ser más llevadero, en nuestro país es casi nula, pero con lo que sí contamos, es con un sistema de salud fracturado e insostenible que podemos sopesar si así lo quisiéramos.
Ojalá la vacunación fuera la panacea, pero no es así.
Es un paso importantísimo, funcional, pero no el único.
¿Qué lugar le damos a las comorbilidades, la obesidad, la hipertensión, la diabetes?
¿Qué nos hace vulnerables?
Todos los factores de riesgo son problemas crecientes que se encuentran en cualquier nivel social y en zonas urbanas, pobres o rurales.
Es más fácil controlar algo en minoría que los más de 28, 900 contagios.
A nadie nos gusta saber esto, pero la medida más eficiente, sigue siendo el distanciamiento social en cualquier actividad.
Seguimos sin estar preparados para las aglomeraciones, se trata de evitar muertes no de promoverlas. Porque a un virus mortal se le evade, no se le reta.
Si alguien se ha tomado en serio las cosas, no a sido la sociedad, sino el virus, y
México aun no está preparado para ninguna actividad masiva, mucho menos con un grado de exposición alto como lo es el horario escolar y sin la ventilación adecuada. Por supuesto compararnos con otros países que ya lo llevaron a cabo, aunque es alentador, es una acción completamente ineficaz, vamos desfasados en medidas de seguridad, certezas y una vacunación lenta.
Las evidencias científicas publicadas, (porque sí las hay; en The Lancet, Annals of int Med, CDC, IDSA, NEJM, entre otras); han publicado acerca del comportamiento de cada variante, datos duros de las secuelas en niños, la seguridad y eficacia de cada vacuna, quién es candidato hasta para una tercera dosis, cuál está autorizada para niños mayores de 12 años, la cual también podría quedar aprobada en México, pero a nuestro gobierno le hacen falta más evidencias.
Pero hay procesos sin desafiar a la ciencia, hay cosas con las que uno no se puede meter, por ejemplo exponer a los niños. Porque cuando son nuestros niños, es cuando duele y lo lamentamos, justo de ese contexto salió la tan famosa frase, “con los niños no”.
Y pues, con los niños no, México, con ellos no.
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