López Obrador y Trump mantienen una característica en común que influirá por completo la relación México-Estados Unidos: una visión nacionalista sometida a un mundo globalizado.
Por: Víctor Fajer
El futuro de la relación entre México y Estados Unidos requiere analizar la visión de sus dos mandatarios y el papel que conciben para sus naciones en el mundo.
Respecto a Trump, lo conocemos tanto por sus declaraciones como por sus acciones, poco le gusta el multilateralismo y lo que hace (o deja de hacer) está orientado hacia lo que, en su visión, beneficia o perjudica a su país. Si la comunidad internacional coincide con los intereses estadounidenses, bienvenida, sino, no.
López Obrador se formó en el nacionalismo-revolucionario, un conjunto de principios que orientaron la política mexicana hasta 1982, y cuyos ejes centrales son: privilegiar el poder público sobre los intereses económicos y el mercado, un importante componente de justicia social o redistribución de la riqueza y, en política exterior, dos principios rectores: la autodeterminación de los pueblos y el principio de no intervención.
Yo no me meto con nadie y nadie se mete conmigo
De manera explícita, López Obrador ha explicado que dichos principios, conocidos como “Doctrina Estrada”, los cuales fueron muy convenientes durante los 70 años que gobernó ininterrumpidamente el PRI (1929-2000), reorientarán la política exterior mexicana actual.
Anteriormente, en el mundo bipolar de la guerra fría, teniendo a uno de las superpotencias como vecino y buscando a la par mantener cierto margen de maniobra frente a ella, el gobierno mexicano evitó tomar partido claro en favor de alguno de los dos bloques en los que se dividía el mundo. ¿Cómo? Evitando pronunciarse sobre los asuntos internos de cualquier país, y entrar en la discusión sobre la muy dudosa calidad democrática mexicana: yo no me meto con nadie, nadie se meta conmigo.
Por la visión de ambos mandatarios parecería que tendremos una relación bilateral sobre bases poco fluidas.
México, Estados Unidos y el narcotráfico
En el tema del narcotráfico, de lograrse la despenalización de la marihuana con fines recreativos en nuestro país, ésta será para consumo doméstico y México no podrá exportarla a los mercados estadounidenses, ya que la regulación de su importación compete exclusivamente a Washington y hoy en día está prohibida, sin miras a que la administración Trump pretenda eliminar esa traba.
Por otro lado, la despenalización de la cannabis tendrá efectos mínimos sobre el combate al narco, ya que el tráfico que afectan a ambos países, no se reduce al comercio de ese estupefaciente. Mientras no se logre una estrategia conjunta que contemple acciones para disminuir el flujo de armas y de dinero del narco de Estados Unidos a México, este tema seguirá siendo complicado en la relación.
El eterno problema de la migración
Como nunca antes el tema migratorio estará presente en la agenda, y no sólo considerando a México como un país expulsor, sino como país de tránsito. La crisis centroamericana abarcó la discusión desde el primer acercamiento entre el nuevo gobierno mexicano y la administración Trump, el que podría ser el primer problema serio en la relación entre ambos países mezclando la administración de Estados Unidos intransigente en el tema, el descontento de la población y autoridades fronterizas por la presencia de los centroamericanos y un gobierno mexicano entre la espada y la pared.
Es cierto que López Obrador ha ofrecido visas de trabajo a los inmigrantes, pero la reacción de la población mexicana (a la que debe su histórico triunfo) se divide al ver que ciertas oportunidades laborales son brindadas a extranjeros. Entonces no sería nada descabellado que diversos sectores comiencen a pedir el cierre de la frontera sur, tal y como lo está haciendo Trump.
Nacionalismo mexicano y estadounidense
Ambos mandatarios comparten una visión nacionalista que estará sometida a prueba en un mundo globalizado. La de Trump ya ha demostrado las turbulencias que genera; respecto a López Obrador, queda por ver como operarán los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos que defiende.
El Presidente de México ha señalado que no opinará sobre la crisis que viven Nicaragua y Venezuela. Sin embargo, frente a una comunidad internacional cada ves más involucrada en los asuntos internos de diferentes países, será más difícil que permanezca neutral, especialmente en temas de ayuda humanitaria, democracia y derechos humanos.
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