Por: Eduardo Higuera
El gobierno no es una razón, tampoco es elocuencia, es fuerza. Opera como el fuego; es un sirviente peligroso y un amo temible; en ningún momento se debe permitir que manos irresponsables lo controlen.
George Washington
Supongamos que, en el desayuno de mañana, justo entre decidir si nos chentamos una concha o una chilindrina tras unos mexicanísimos y dietéticos chilaquiles, apareciera nuestro yo del futuro para explicarnos lo que en breve está por ocurrir. Volvernos el Juan Salvo de nuestra propia historieta de carne y hueso.
En mi caso me imagino que solo hay una opción que me podría decir si habláramos de cómo se reconformó el Estado Mexicano tras la pandemia: se volvió un estado lamentable, sin importar quién gane las elecciones de 2021 y 2024.
Y es que la inercia de cualquiera de los dos bandos que pugnan hoy por el poder con visiones absolutas y diametralmente opuestas no dan margen para que mi yo del futuro, al que imagino másbarrigónmascanosoyojeroso, viniera a decirme “México por fin tiene el gobierno y las instituciones del Estado que nos merecemos”.
Opción #1.- El Estado caudillista, desmoronar la Patria o muerte.
En este caso mi yo del futuro, viene con un traje de viajero del tiempo que parece sacado de The Road, de Cormac McCarthy. Ojeroso, cansado y barrigón por que no hay medicamentos en su futuro, a pesar del gran monopolio estatal que garantiza el acceso a todos los fármacos, me dice que tras la pandemia los mexicanos nos dedicamos a ensalzar aún más la figura presidencial y ceñirnos a sus deseos.
El resultado fue digno de la distopía clásica de Orwell. El estado terminó por controlar casi todo elemento productivo y político, dejando solo a unos cuantos chivos expiatorios para poder justificar por qué las cosas no siempre resultaban.
Imagínense que se les inculcaba a los niños el miedo a los peñabots con imágenes de los metal men de la serie Dr. Who.
Lo más desastroso fue la cooptación de los intelectuales, los medios de comunicación y de los sectores de otras tendencias se realizó de manera sencilla: apelando al bolsillo hasta convencerlos. Los neo porfiristas cayeron siguiendo el famoso “maiceado” de Don Porfirio. Todo en nombre de una transformación histérica que trató de ser histórica.
Opción #2.- El Estado ultracapitalista, expoliación ad nauseam.
Esta versión es el caso contrario. El movimiento progresista que ganó las elecciones en 2018 es derrotado por grupos de interés que lo sabotean y crean caos, fomentando el resentimiento de un manejo ingenuo de la pandemia, con lo que se puede colocar un títere corporativo peor que Peña Nieto en la Silla del Águila….y ni siquiera con look de galán de TV, como el expresidente priista.
En esta distopía, sueño de un domingo de Trump, el estado mexicano había sido reducido de forma tal que su presencia solo era notada en el momento en que conductores de TV, con cierta semejanza a Max Headroom, llamaban a los televidentes cautivos a “votar” para solucionar los problemas más apremiantes de la sociedad…¿Coca o Pepsi?
Por supuesto que los libros y el pensamiento iconoclasta eran barridos por toneladas de anuncios en todos los medios y redes sociales, aunque a veces era necesario que interviniera el Cuerpo Especial de Bomberos Bradbury, para quemar libros que cuestionaran el pensamiento libre refrescante y ultra capitalista.
¿Naturaleza? Ahí están los documentales en la TV gratuita 24 horas. ¿Igualdad de géneros? ¡Por supuesto que todos pueden competir en los cientos de beauty pageant contest que se realizaban a diario, en los que la belleza física no lo es todo, pero casi! ¿Contaminación, muerte del planeta y fin de los recursos? No importa, algún Wall-E nos salvará, mientras que continúe el consumo que te hace feliz.
Opción #3.- El escenario menos probable.
Este es el escenario que a mi me gustaría y ya se los dije antes, después de la pandemia los mexicanos logramos tener el estado que merecemos. Solidario, esforzado, transparente, responsable, legal y que combate a la corrupción, la impunidad y no tolerar una clase política parasitaria y acomodaticia.
El problema es que mi yo futuro, me planteó cosas que son tremendamente difícil que sucedan. Se necesita que los mexicanos logremos superar nuestras propias limitantes y logramos un pacto nacional para el desarrollo democrático y económico del país.
Una especie de súper pacto de la Moncloa para nuestro siglo XXI.
Y es triste, estoy seguro de que las cosas serán de tal modo que, si en 20 años tengo la posibilidad de trasladarme desde el futuro para hablar con mi yo del pasado antes de escribir este texto, no lo haría porque no podré decirle que México creció como nación, contra todos mis deseos.
El gobierno ha sido en los últimos sexenios un factor de separación, no de unión y mucho menos de transformación del diseño del Estado. Y del presente mejor ni hablamos.
Me voy, antes de que algún cazador de viajeros del tiempo vega por mí.
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