Por: Sergio Anzaldo
Como el pasado ya no ilumina el futuro,
el espíritu camina entre tinieblas.
Alexis de Tocqueville
Los actuales pronósticos electorales parecen más un acto de fe por parte de actores y partidos políticos, que resultado de un meditado y sensato análisis. No puede ser de otra manera. Vivimos un inédito horizonte de incertidumbre y no contamos con antecedentes y parámetros mínimos que nos den alguna pista cierta sobre los resultados del próximo proceso electoral. Al parecer, tendremos que esperar hasta la noche de la jornada electoral para saber qué oculta este nebuloso horizonte.
Cierto. Cada proceso electoral es único. Pero los que se han realizado durante el período de transición se desplegaron en un contexto histórico y en una coyuntura política con antecedentes conocidos que permitían construir escenarios medianamente acertados. En el 2000 María de las Heras previó el triunfo de Fox con sus ejercicios demoscópicos que, por cierto, la auto negación priista, la orilló a difundir en un diario de Miami al cerrarle los medios nacionales.
Este 2021, casi un año de pandemia nos plantea un escenario mundial inédito y desconcertante en todos los ámbitos. Nadie puede prever, de manera más o menos seria, cuál será el comportamiento electoral: Cada día muta el ánimo y la expectativa social, así como las condiciones económicas y, sobre todo, la salud de la población que todos los días se deterioran.
En un contexto sin COVID, y sin sus estragos económicos, sería plausible esperar que Morena tuviese muchísimas ventajas frente a su competencia este 2021 debido a la abolladura moral de sus opositores y su poca imaginación para construir una narrativa atractiva para generar corrientes de opinión pública favorables.
Sin embargo, en este horizonte de incertidumbre se empieza a quedar claro el desempeño electoral de candidatos y partidos en junio del 21 dependerá, en buena medida, de la aplicación de las vacunas contra el coronavirus. Es un tema de vida o muerte que depende directa, inequívoca e ineludiblemente de los gobiernos en funciones. Responsabilidad que incidirá de manera definitoria en la evaluación pública de los abanderados de los partidos que encabezan los diferentes niveles de gobierno que están en juego.
Si el gobierno federal y los locales hacen bien su tarea, tendrán chance de remontar el malestar social y la crisis económica que ha traído la pandemia. Es decir, tendrán posibilidades de lograr la continuidad.
No la tienen fácil. Recordemos que en los setenta hubo una campaña contra la vacunación con rumores sobre la supuesta esterilización de alumnos de escuelas públicas. Hubo que vencer resistencias y desinformación en un contexto en el que, por cierto, no existían las benditas redes sociales que viralizan más fácil y rápidamente la rumorología.
La organización, orden y prelación para aplicar la vacuna es determinante para contener y encauzar la desesperación y enojo social. El problema es que el abastecimiento y eficacia de éstas no depende de ningún gobierno. Y tampoco hay precedente logístico alguno de vacunar a la humanidad entera en un tiempo perentorio.
De ahí que el primer paso de todo gobierno sea tener todas las opciones posibles lo más pronto posible. Y el siguiente sea el de diseñar y operar una logística que permita aplicar las dosis conforme vayan llegando. AMLO lo intuye y por eso no va a dejar pasar un solo día sin que aborde el tema. Sabe que la suerte de la 4T está en juego. Por cierto, sería conveniente que gobiernos estatales y municipales también se vincularán con el tema, so pena de poner en contra suya a buena parte de sus electores.
La incógnita, que por el momento nadie puede responder, es si la suerte y los tiempos le darán el rendimiento suficiente para mantener los márgenes de gobernabilidad necesarios para consolidar la 4T en las elecciones del próximo junio.
Su estrategia es clara y suena sensata: primero inmunizar a todo el personal de la trinchera anticovid y después a la población mayor de 60 años, que representa el 80% de las defunciones y el 40% de quienes padecen alguna morbilidad crónica, poniendo en operación 10 mil brigadas correcaminos que garanticen, por lo menos en el papel, la distribución y aplicación de las vacunas a estos segmentos. Si durante abril se logra esta inmunización, AMLO y Morena tendrán elementos para encauzar la animadversión social derivada de los estragos económicos.
Sin embargo, la suerte tiene un papel central en esta estrategia: el abastecimiento de las vacunas no está en sus manos, además de los imponderables que no se pueden controlar y que tampoco hay mucho margen de maniobra. Por un lado, el personal que está en la trinchera anticovid más los mayores de 60 años representan más de 15 millones de personas; por el otro, en la tercera semana de enero se tienen comprometidas dosis suficientes para inmunizar a 14 millones de personas antes de abril, siempre y cuando CanSino y Sputnik 5 logren su autorización de COFEPRIS durante el mes de enero. Alcanza para llegar rayando a la meta. Pero ya no hay espacio para otro ajuste en el abastecimiento como el de Pzifer en su calendario de distribución original.
Aún con alianzas, los opositores a AMLO no tienen una narrativa de suficiente calado social que les permita condensar y encauzar la irritación social para garantizar su triunfo electoral. El tema de las vacunas podría ser la piedra de toque de ese discurso. La moneda está en el aire. Y esto no se acaba, hasta que se acaba.
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