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Por: Paola Trejo


México suele ser referido como un país de tradición para “dar asilo a extranjeros”, un país que en diversas ocasiones ha respondido ante las necesidades de aquellos que se han visto o se vieron forzados a abandonar sus lugares de origen y encuentran en éste la oportunidad de iniciar una nueva vida. No obstante, ¿qué tan eficiente son las instituciones y el marco legal con que hacen frente a los retos actuales en este ámbito? ¿Cuenta con los elementos indispensables para atender y resolver las problemáticas y necesidades actuales?

La Coordinación General de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) es el órgano desconcentrado de la Secretaría de Gobernación encargado de admitir, atender y resolver las solicitudes de reconocimiento de la condición de refugiado recibidas por el Estado Mexicano. Si bien esta instancia data del año 1982, misma que surgió como una comisión intersecretarial[1], desde el año 2016 las solicitudes de reconocimiento de la condición de refugiado que tiene que atender dicho ente se han incrementado exponencialmente, haciendo obligatorio fijar la atención de cómo y con qué elementos se cuenta para atender el fenómeno: personal y recursos suficientes.


La Ley sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político (LSRPCAP) es el instrumento jurídico del Estado Mexicano mediante el cual se establece quién puede ser reconocido como refugiado en México, quién es merecedor de protección complementaria y el procedimiento administrativo que deben seguir el particular y la autoridad; asimismo, diferencia a aquellas personas que pueden ser sujetas de asilo político.


En razón de lo anterior, debe precisarse que no toda persona que migra es refugiada, ni requiere de protección internacional, el Refugio es una figura especial y particular. Nuestra ley – LSRPCAP-, en su artículo 13 fracciones I, II y III define los supuestos bajo los cuales, en caso de cumplirse, el Estado Mexicano reconoce la condición de refugiado a una persona extranjera. Asimismo, dicha ley determina qué es la protección complementaria y a quién debe otorgarse ésta. En ambos casos, el Estado Mexicano, a través del Instituto Nacional de Migración (INM), emite una residencia permanente.


Atendiendo a instrumentos internacionales, México como Estado parte de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, colabora con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, y todos los servidores públicos de la COMAR deben guiar su actuar con pleno respeto a los derechos humanos de las personas solicitantes del reconocimiento de la condición de refugiado, refugiados y extranjeros a los que se les haya otorgado protección complementaria, de conformidad con los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos suscritos y ratificados.


En los últimos 6 meses, México ha recibido a miles de migrantes organizados en caravanas y ha iniciado la recepción de solicitantes de Refugio provenientes de Estados Unidos a quienes albergará durante la sustanciación de sus procedimientos. La actual Administración Pública Federal ha sostenido que México tiene las “puertas abiertas para todas las personas”, resaltando la disponibilidad para que el país sea más que un territorio de tránsito, sea un destino final.


Lo anterior abre la posibilidad de un mayor aumento de solicitudes de reconocimiento de la condición de refugiado ante la COMAR; primero por el incremento en el ingreso de personas extranjeras a nuestro país y que su salida sea consecuencia de temores fundados de persecución y/o su vida corra peligro; ante el tiempo de respuesta que toman los procedimientos de refugio en Estados Unidos y/o posibles negativas. Pero realmente ¿cómo y con qué funciona la COMAR? ¿Cuáles han sido las políticas públicas adoptadas e implementadas por el gobierno mexicano, no sólo en materia de atención de los procedimientos, sino en cuestiones de asistencia a solicitantes del reconocimiento de la condición de refugiados y refugiados? ¿Cuál es el papel de los organismos internacionales?


La LRPCyAP es una ley garante y progresista, coloca a nuestro país como uno cuyos procedimientos son más cortos en comparación con otros países del continente americano, puesto que una vez admitida la solicitud, la autoridad tiene la obligación de resolver y emitir una resolución en 45 días hábiles, pudiendo extender este plazo hasta por el mismo periodo. La ley se rige por múltiples principios, a través de estos se debe garantizar a todo solicitante de la condición de refugiado la no devolución a país de origen, así como atender las necesidades básicas en materia de asistencia y cuestiones elementales para un debido proceso.


En la actualidad, la COMAR cuenta con oficinas en cuatro entidades federativas[2] a través de estas debe atender las solicitudes que se presenten en las 32 entidades federativas del país, en aquellas cuya presencia es nula se coadyuva con el INM.


Respecto a la numeraria generada por la institución, con base en la estadística presentada en la página oficial con corte a mayo 2019, durante dicho periodo la COMAR registró un total de 13,478 casos admitidos a trámite; 8,992 trámites suspendidos; 8,967 trámites en rezago y 8,061 casos en trámite, es decir, 26,020 procedimientos pendientes de resolver. Algo que es importante mencionar es que en la información publicada emplea conceptos sin hacer alguna acotación al respecto, así como tampoco queda claro de cuándo datan los procedimientos denominados “rezagos”.


Independientemente de lo anterior, es necesario prestar atención a la cantidad de personas que trabajan en la COMAR y que están atendiendo los 26,020 procedimientos de reconocimiento de la condición de refugiados. En los datos que obran en el la Plataforma Nacional de Transparencia, sólo existen 48 servidores públicos de la COMAR para atender tal afrenta, cuestión que está generando que no se respete el derecho fundamental de debido proceso de los solicitantes del reconocimiento de la condición de refugiados y peor aún se ha debilitado a la institución.


En contraste con la posibilidad de futura de apertura de oficinas para COMAR, el presupuesto para esta dependencia se redujo, contraponiéndose al discurso empleado por parte de la nueva administración en esta materia y a las necesidades para poder atender, resolver y garantizar lo que por ley se establece. La dependencia trae arrastrando problemas de operatividad, mismos que ha sabido sopesar gracias a la colaboración con el ACNUR, pero que no son suficientes, además de ser responsabilidad del estado mexicano dotar de recursos y del andamiaje que permita atender tener un sistema de protección internacional a los refugiados, cuestión que no sucede en la realidad.


Queda expuesto que hubo una reducción de prepuesto, que la demanda no es proporcional a la capacidad operativa y financiera de la institución con base en sus recursos materiales y humanos. ¿Qué implicaciones podría traer la situación a la dependencia y a los mismos solicitantes? Más allá de las responsabilidades irrefutables de cada administración, en este caso a diferencia del aplicado en muchas áreas de la administración pública federal, el adelgazamiento de la estructura y gasto no es la respuesta ni la solución, sino sinónimo de colapso.



*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, la forma de pensar de la Revista El Aguachile.

Por: Sergio Anzaldo

Hace 24 años Alan Minc nos advirtió de la gran borrachera que la radio y la televisión le estaba poniendo al régimen democrático y la consiguiente madriza al sistema de partidos, al posicionarse como encarnación de la opinión pública armada con la super espada flamígera de las encuestas electorales.


Con esta metáfora Minc ilustró cómo, desde hace un cuarto de siglo, los medios de comunicación desplazaron a los partidos en materia de representación y gestoría política -con lo cual nos hace sentido la recurrente muletilla de López Dóriga “regresando al México real” que utiliza en su programa para descalificar toda declaración política- y como los sondeos de opinión pública sustituyeron los mecanismos partidarios de selección de candidatos, definieron las estrategias políticas y determinaron los programas de gobierno. Es decir, cómo surgió la democracia demoscópica.

En México, el reinado de esta democracia demoscópica duró dieciocho años. Arrancó con Vicente Fox que gracias a su popularidad se hizo de la candidatura del PAN y sacó al PRI de los Pinos y ya. Bueno, también gracias a las encuestas, tomó la sabia decisión de cancelar su proyecto de construir el aeropuerto de Texcoco para no pasar a la historia como un represor de los compañeros de San Salvador Atenco. Por supuesto que, como hombre agradecido, cambió las reglas para el cobro de los tiempos oficiales en beneficio de los concesionarios de radio y televisión. Este reinado de la televisión terminó con la telenovela protagonizada por Peña Nieto y la Gaviota.


Este embriagador cóctel, de radio y televisión, que ya de suyo traía borracha a la democracia, a partir de 2004 fue potenciado al siguiente nivel por la nueva mezcla de las redes sociales con el Facebook y el Twitter como principales sustancias activas. Quince años después estamos en plena hora de las aguas locas.


Por doquier surgen los outsiders, los antisistema, los independientes, los no políticos, los que enarbolan posiciones extremas, escandalosas. Hoy en el juego democrático ganan los que polarizan, los que abandonan la hueva del discurso políticamente correcto, los que promueven la fobia más que filia. Con Trump a la cabeza, la lista es abrumadora: Macri en Francia, Bolsonaro en Brasil, El movimiento 5 Estrellas de Italia, el nuevo ascenso del fascismo en Europa, Podemos y Vox en España, los cómicos que presiden Guatemala y Ucrania. Sin importar la geometría política, pareciera que el requisito indispensable de hoy para tener éxito en la política es no ser político.


Mi hipótesis es que así como la radio y la televisión embriagaron básicamente al círculo rojo, ahora las redes sociales embrutecen a los ciudadanos y deforman de manera no vista a la tristemente célebre opinión pública, pues no son propicias para el análisis crítico de la realidad, no ayudan a la reflexión sosegada y equilibrada sobre los asuntos públicos y menos dan oportunidad de procesar con sensatez la toma de decisiones políticas que inciden en la comunidad en el mediano y largo plazo, es decir, no ayudan a ponderar a quién le voy a dar mi voto.


En todo caso, las redes sociales inhiben el conocimiento y acercamiento a posturas diferentes al usuario, no dan tiempo ni espacio para evaluar la información que se recibe, la avalancha de memes confirma los prejuicios propios, la velocidad y personalización de la información motiva la exigencia de una respuesta igual de rápida y personal, no hay forma efectiva de escapar de las fake news. A semejanza del Coronel, la ciudadanía está atrapada en su laberinto. De ahí la locura de los electores que con sus decisiones políticas ha configurado un mundo que, en términos políticos, podemos calificar de esquizofrénico.


En el caso de México es muy temprano para saber a dónde nos van a llevar las aguas locas, pues aquí las redes sociales son benditas. Por lo pronto, salud.


*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, la forma de pensar de la Revista El Aguachile.

Por: Eduardo Higuera

"Yo tengo más respeto para un hombre que me permite conocer cuál es su posición, incluso si está equivocado. Que el otro que viene como un ángel pero que resulta ser un demonio."

MALCOM X

La mexicana es una sociedad hipócrita.


Tengo muy buenos argumentos y ejemplos para sostener esto, casi en cualquier ámbito y tiempo, pero por hoy enfoquémonos en la política migratoria en México.

Nuestro país, a pesar de los discursos de los recientes gobiernos federales, ha sido profundamente hipócrita y mentiroso al tratar el asunto de las personas que deben migrar forzosamente y pasan por nuestro territorio nacional o buscan instalarse.


Ellas y ellos llegan/llegaban a nuestro país, ya sea por su interés de usarnos como trampolín a Estados Unidos o porqué, de forma casi inaudita, las perspectivas de trabajo y vida aquí eran mejores que en sus países de origen.


Mientras esto pasaba, los presidentes (FOX, Calderón, Peña y AMLO) hablaban de la tradición nacional de aceptar refugiados, darles un hogar e integrarlos a nuestra vida, recibiendo sus aportes y conocimiento con gusto.


Dos ejemplos clásicos de ese discurso son la oleada de refugiados sudamericanos que huyeron de las dictaduras de los años 70 y los refugiados republicanos españoles durante el gobierno cardenista.


Sin duda, se abrieron las puertas en ambas ocasiones pero las situaciones eran extraordinarias y particulares.


En ambos casos se debe apuntar que los refugiados provenientes tanto de la guerra civil española como del cono sur poseían dos características que favorecieron su asilo masivo.


Por un lado, se encontraban dentro del mismo rango ideológico oficial del mandatario en turno (Cárdenas y el dueto LEA/JLP), con lo cual se podría sospechar más de un gesto politizado que una verdadera acción humanitaria.


La segunda característica se refiere al interés del gobierno en lo que podían aportar. Muchos de los que escaparon de la dictadura franquista eran filósofos, educadores, personas de un alto estándar de educación en las ciencias humanas y eran muy valiosos para un régimen que buscaba reconstruir la realidad nacional combatiendo el atraso en que fuerzas como la iglesia católica y los oligopolios mantenían al país. Así que toda la potencia intelectual de la república española que viniera a nuestro país era bienvenida.


Esta misma condición parece haberse repetido en los años de los refugiados de las dictaduras de Argentina y Chile, 40 años después.


Aunque es indudable que entre Cárdenas y los dos presidentes que asumieron el cargo en la década de los 70 hay un mundo de distancia, el primero era socialista y los segundos populistas disfrazados de socialistas, los gestos simbólicos con respecto a los “compañeros” caídos eran casi una obligación.


De ahí que nuestro país recibiera oleadas de investigadores, ingenieros y humanistas procedentes de ambos países, con un altísimo grado de preparación. Y del mismo modo que nuestro país sufrió una afortunada sacudida con los españoles, el aporte sudamericano nos ayudó a crecer intelectualmente y a construir instituciones de cultura, investigación y divulgación.


Desde entonces hasta hoy, la profundización de la hipocresía nacional no ha dejado de existir y en cambio se ha acentuado.


Elijan cualquiera de las recientes crisis migratorias de los últimos 20 años, provocadas por contextos económicos sumamente difíciles, violencia generalizada, dictaduras de derecha e izquierda y verán a lo que me refiero; revisemos algunas de ellas.


Los balseros: cubanos conocidos así a pesar de que muchas veces no llegaban de esa forma. El motivo, estar hartos del régimen del comandante y el interés económico.


Tras eso fueron la nueva oleada de argentinos que el corralito, la crisis del estado argentino y las administraciones kirchneristas nos dejó.


Después empezaron a llegar los venezolanos, escupidos de su tierra por la locura chavista.


Finalmente, los centroamericanos, así se les ve en conjunto, sin darles derecho a una identidad específica, arrojados al camino por Estados casi fallidos, guerrillas, pandillas y gobiernos dictatoriales ineptos y deshumanizados.


¿Qué ocurrió en estas ocasiones?


Pues creo que cualquiera que tenga memoria recordará que todos estos refugiados se integraron como escoria en el imaginario colectivo, carne de cañón, apta solo para meserear, ser jardineros, prostituirse, ser considerados delincuentes potenciales sin beneficio de la duda y por supuesto, material de abuso y lucro para mafias dentro y fuera del estado mexicano.


Junto con esas memorias del aspirante a modelo argentino y la teibolera cubana, podemos recordar las huelgas y enfrentamientos en las estaciones migratorias, provocadas por las terribles condiciones en que se les hacinó; las fosas de cientos de desafortunados en Tamaulipas y muchos otros estados; las historias de menores terriblemente abusados y desaparecidos, cuyo único delito era querer estar con sus padres en el gabacho; las razzias en clubes nocturnos y hoteles de paso que terminaban en abusos sexuales contra dominicanas, argentinas, cubanas y venezolanas, seguida de la deportación; los feminicidios que se ventilaban en redes sociales de scorts venezolanas, y las historias desgarradoras surgidas de la famosa bestia, el tren de la muerte. Esto entre un mar de podredumbre.


Y como los gobiernos de 2000 a 2018 no se encontraban en el espectro ideológico adecuado, y no veían ningún beneficio en estas masas de refugiados, simplemente permitían su asesinato, explotación y deportación. Esto mientras se emitían protestas por la forma en que nuestro vecino del norte violentaba los derechos de los migrantes mexicanos.


Con la llegada del nuevo gobierno esto cambio, es decir empeoró.


Al principio, como en tantos temas, parecía que podría suceder un cambio positivo y que la hipocresía en el trato hacia los migrantes sería algo del pasado, o que al menos se reduciría drásticamente.


Se habló de planes conjuntos entre los socios del TLCAN para desarrollar Centroamérica y de que se repetirían abusos de gobiernos liberales sobre los que buscaban refugio en México, de fuerza de trabajo y visas.


Desde aquel punto hasta hoy, las cosas han cambiado drásticamente. El TLCAN mutó en TMEC y además de plantear serias dudas sobre la nueva relación comercial con Estados Unidos, se ha transformado en un arma. El presidente norteamericano puso el pie en el cuello de AMLO y su gobierno y lo transformó en un perro guardián que militariza la frontera sur y realiza inversiones en arbolitos, “apoyando” a nuestros vecinos del sur, sin asegurarse de qué es viable en el actual contexto.


Se puede ver la actual hipocresía, que desciende desde un gobierno timorato que no puede responder de tú a tú Trump y asumir los costos, hasta la continuación de las predicas pastorales de fraternidad con nuestros hermanos del sur, que contradice a la realidad.


Y es que esta hipocresía es la peor de todas. Además de seguir con nuestro sacrosanto discurso de un México abierto a todos, mientras ya las deportaciones eran del triple que el año pasado, nos venden toda esta situación como un triunfo diplomático nacional cuando en realidad le aseguramos al anaranjado presidente de USA una buena plataforma para la reelección y nos encaminamos a transformarnos en un tercer estado seguro.


Hipocresía completa.


@HigueraB


*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, la forma de pensar de la Revista El Aguachile.

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