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Por: Eduardo Higuera


La verdad a menudo sufre más por el fanatismo de sus defensores que por los argumentos de sus detractores.

William Penn


Si nos basamos en la celebre frase de William Penn podemos decir que en México cometemos la penn-sada de defender nuestras verdades siempre y a toda costa, sin importar si los hechos coinciden o no con los postulados que sostenemos. Nos volvemos Penn-santes.

No importa si estamos a favor del nuevo gobierno o si nuestras convicciones establecen que vivimos la decadencia política de nuestro país, gracias al populismo imperante.


Tampoco nos importa si Pepe el Toro y Gloria Trevi son inocentes de acuerdo con los datos duros, simplemente tomamos una posición, nos polarizamos y nos volvemos fanáticos de una fantasía auto complaciente que nos esforzamos arduamente en construir y perpetuar.


Bolsonarista, sayayin, #mesiánico, borolista, #chairo, #fifí, #conservadurista, thundercat, #derechairo, americanista, #golpista, #autoritario, revanchista y cualquier cantidad de adjetivos hipercalificativos son aplicados por los mexicanos contra aquellos que no comparten su opinión y forma de ver las cosas, describiendo más bien al que los emite y su cerrazón a realizar alguna gimnasia mental y esforzarse por entender al otro y sus razonamientos.


Sin embargo los que elevan esta actitud a la calidad de arte efímero son la raza divina de los neo intelectuales orgánicos, ergo Gibran y Ackerman, así como los opositores de bajo octanaje, como Ricardo Alemán o el tomandante borolas. Sin duda algunos de los ejemplos más acabados de Penn-santes.


Y es por esto que en esta colaboración les presento el ABC de los analistas/opinólogos Penn-sadores en el actual contexto político nacional:


· No te juntes con la chusma.- Emulando a la famosa politóloga Florinda Meza, muchos de los más acérrimos opinadores y analistas se refugian en el mantra sagrado de la vecindad del chavo del 8 y, con gran profundidad metodológica y madurez intelectual expresan con ecuanimidad la frase “chusma, chusma, prrrrt” que tan bien describe la capacidad argumentativa de quien la emite. Sin duda una secuela derivada de una infancia frente a la TV de los ahora cuarentones y cincuentones, con secuelas por su caricatura en generaciones más jóvenes.


· La verdad soy yo.- El absolutismo de estado que tan bien encarnaba el Rey Sol de Francia ha quedado de modé, siendo sustituido por el absurdo absolutismo unipersonal de cada quién sobre la escurridiza verdad. Ya sea que critiquemos desde el sinsentido de poner la forma banal sobre el fondo real, al fijarnos que a los zapatos del presidente les faltó su shaineada, o desde la soberbia de no creer en los indicadores internacionales y mexicanos al ser practicantes de la religión del otrodatismo. El caso es que nadie tiene la razón, ni los que afirman ser sus amigos íntimos y tomarse un café cada semana con tan importante señorita.


· Geometría declarativa extrema.- No importa si fuiste un crítico constante del sistema desde una visión libertaria o de izquierda desde hace 15 años, tampoco reviste ninguna importancia si durante décadas te dedicaste a criticar al ahora presidente y sus ideas como un peligro para México. Si se te ocurre emitir una declaración critica, ya sea de unos u otros, te transformarás de inmediato en un lamebotas cuatrotero o, en su defecto, en un borolista facho. Nuestra hermosa capacidad de tolerancia se ha ido al carajo junto con nuestra inteligencia emocional para enfrentar a aquellos que no piensan igual que uno, nos trasformamos en émulos de Homero Simpson. El teorema que encierra esta actitud se puede enunciar de la siguiente forma: “el grado de intolerancia ante la crítica es indirectamente proporcional a la capacidad de diálogo y raciocinio del que manda al que la emite al extremo del espectro político que más le convenga para sentirse superior”.


· Efecto Dory o cuando falla la memoria del elefante.- En este rubro caben juntas las preguntas ¿dónde estabas cuando (ponga aquí el ex presidente de su preferencia) estaba haciendo (ponga aquí cualquier cosa, al fin todo el pasado es malo)? y ¿no te das cuenta que es una acción discriminatoria (emitida por un güerito fifí que conduce una BMW del año y que odia que la imagen de #México sea Yalitzia porque considera que es naca y fea)? La paja en el ojo ajeno es la norma de estos días, una actitud que permite olvidarnos que en el propio no existe una viga sino más basura que en un vertedero de la megalópolis azteca.


· Efecto Tlaquepaque.- Este último requisito es indispensable si se es #opinólogo de café, pues cualquier analista y formador de opinión de verdad sabe que la intención es crear conciencia y generar reacciones con lo que declara. El caso es que cualquier Penn-sante caerá cual cisne herido ante las críticas y, como los jarritos jaliscienses, se sentirá al punto de romperse. Debemos aclarar que esta reacción no es la única. De igual forma puede ser que monten en pantera y descalifiquen e insulten a quién los cuestiona…el caso es que se vuelven unos animales.


Como pueden ver, William Penn se sentiría muy contento de ver que, los mexicanos, nos esforzamos en grande para tratar de cumplir aquella reflexión suya, con la que iniciamos este escrito.


@HigueraB


*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, la forma de pensar de la Revista El Aguachile.

Por: Sergio Anzaldo


A riesgo de ser políticamente incorrecto, me parece interesante aventurar un balance del #PrimerAñoDeGestiónDeAMLO desde la perspectiva #política en su acepción más cruda, es decir, circunscrita a la cruenta lucha por el poder y la disputa de proyectos políticos de mediano y largo plazo.

A manera de marco teórico, tomemos la alegoría culinaria de don Jesús Reyes Heroles quien gustaba comparar el costo que conlleva toda acción política con la hechura de un omelette que requiere, para hacerse, romper huevos y precisa darle vuelta a fin de garantizar consistencia y evitar la restauración de los huevos originalmente empleados.

Parece que #AMLO comparte esta visión cuando señala que el objetivo final de la #4T es lograr un cambio de régimen que en un año más no tendrá posibilidades de regresión. Revisemos brevemente algunas de las recetas de tortilla de huevo que nos han preparado en nuestra historia reciente.


Es indudable que el modelo económico que AMLO intenta modificar es el diseñado por Carlos Salinas de Gortari a través de un amplio programa de privatización de empresas públicas, con la creación del #TLC y la formal entrada al primer mundo con la membresía de la OCDE. El omelette de Salinas implicó el ascenso de un nuevo grupo empresarial, ajustes en andamiaje político con la destitución de más de la mitad de los gobernadores, con la renovación de la dirigencia del #SNTE y de #Pemex, así como el sueño de crear una estructura electoral paralela al PRI con sus comités de solidaridad. Es innegable que la receta de Salinas, con algunas variantes, aún sigue siendo la preferida de buena parte de nuestros chefs políticos.


Zedillo se vio obligado a aderezar este omelette de Salinas con el Fobaproa para evitar que se rompiera. Debemos reconocer que sí se encargó de cocinar su propia versión de la tortilla al sustituir Solidaridad por Progresa, cambiando el mecanismo de entrega de recursos a comités por entregas de apoyos individualizados.


Fox se llevó el aplauso por sacar al PRI de los Pinos, pero no tuvo imaginación para cocinar una tortilla propia. Más bien trató de aprovechar las recetas heredadas incorporando su estructura electoral de los Amigos de Fox a la Secretaría responsable de organizar la distribución de los programas sociales donde, por cierto, muchos se mantuvieron hasta el sexenio pasado. Tuvo la posibilidad de hacer dos tortillas muy grandes y trascendentes, pero se le estrellaron los huevos antes de tiempo: en el IVA generalizado a alimentos y medicinas porque no pudo alcanzar 251 votos en la Cámara de Diputados y en la construcción del aeropuerto de San Salvador Atenco. Cabe mencionarse que fue tan mal cocinero que echó a perder dos recetas clásicas de nuestro sistema político: la relación con las televisoras alteró equilibrios políticos y la entrega de los recursos excedentes de petróleo a los gobernadores propició la formación de una suerte de virreyes en los estados del país.


Calderón a duras penas tuvo fuerzas para sostenerse en el caballo merced a los fuetazos de su guerra contra el narcotráfico. Peña Nieto fue el mejor cocinero de la OCDE y tuvo la habilidad política de guisar 14 reformas estructurales, aunque sin apoyo social. Llama mucho la atención la prácticamente nula oposición social y legislativa al cuestionamiento de sus tristemente célebres reformas.


AMLO tiene mucho tiempo platicando del omelette que está cocinando. Su receta es cambiar el régimen político desalentando la corrupción, redistribuyendo el ingreso y reformulando las reglas escritas y no escritas de la competencia política de los propios partidos políticos. En su primer año de gobierno se ha dedicado a arreglar la cocina y a allegarse de los ingredientes indispensables para su receta. Supongamos que entra en vigor y medianamente funciona la nueva categoría de delitos graves, la extinción de dominio y la astringencia de recursos a partidos políticos, es de esperarse que la corrupción perdería importantes aceleradores y las prácticas políticas tendrían que adecuarse a un nuevo contexto de escasez monetaria. Supongamos que los programas sociales se universalizan y adquieren el carácter de derechos sociales obligatorios, el clientelismo y el compadrazgo como formas de operación política perderían alicientes. Su receta es compleja, no exenta de sobresaltos y de cocción muy lenta. El propio AMLO señala que aún le falta un año de cocción a la tortilla para que le pueda dar la vuelta y no haya forma de deshacerla. Solo el tiempo nos dirá si alcanza el fogón, son suficientes y de buena calidad los ingredientes y si logra que los comensales departan en la mesa, aún si no les agrada el menú. Aún es temprano para tener un balance claro e inequívoco de esta nueva receta, pero en la lumbre se cocina una tortilla de huevos que hasta ahora nadie ha probado.

Por: Sergio Anzaldo Baeza


Pareciera que sufrimos una suerte de esquizofrenia social en la que, a pesar de compartir un mismo espacio físico y temporal, se confrontan dos versiones radicalmente contrapuestas sobre la situación que vive el país: unos padecen como si estuvieran en el primer círculo del infierno, en tanto otros disfrutan casi el paraíso. Para los primeros López Obrador es la encarnación del mal; para segundos es lo más cercano a un santo.

El fallido operativo de Culiacán reveló de manera diáfana e inequívoca esta polarización en la que, mientras buena parte de la comentocracia exigía la renuncia de alguien, de preferencia la del propio AMLO, en las encuestas no sólo se mantenía su nivel de aprobación sino incluso se incrementaba en lugares específicos como en la mismísima tierra del aguachile, Sinaloa.


Técnicamente lo que experimentamos es un clima de doble opinión que, según nos explica Elisabeth Noelle Neumann en su texto de 1982 La espiral del silencio, sólo se produce cuando el clima de opinión entre la gente y el predominante entre los periodistas de los medios son diferentes.


Tengo la siguiente hipótesis explicativa a este fenómeno.


La 4T impulsada por AMLO no sólo no corresponde a los paradigmas sociales y económicos a los que estamos acostumbrados y de cuyas aguas abrevan y disfrutan insignes representantes de nuestra comentocracia, sino, sobre todo, ha cambiado a los sujetos sociales beneficiados de la acción gubernamental: la cancelación del NAIM, la de los seguros de gastos médicos de una parte de la burocracia, la de las exenciones fiscales, la de los mecanismos tradicionales para la asignación de obras y adquisición de bienes y productos del gobierno federal, así como de los mecanismos de dispersión de éstos, entre otras medidas, evidentemente afectan de manera directa y personal a un amplio sector de la población, que difícilmente algún día verá con simpatía la gestión de AMLO.


Frente a los enojados, la porra de AMLO se integra de los eventuales beneficiarios de su política social. Ahora la cobija gubernamental va a cubrir a todos los estudiantes de escuelas públicas, a los ninis, a las madres solteras, a los campesinos de 19 entidades que se dediquen a sembrar vida y a los adultos mayores, por mencionar algunos de sus más icónicos programas. Es plausible esperar que, conforme se desplieguen y reciban estos apoyos, se consolide el apoyo social de estos segmentos de la población hacia AMLO. Por lo menos es lo que pasó en el 2001 cuando el entonces Jefe de Gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador empezó a dar lanita a los viejitos, lo que le valió el escarnio de buena parte de los periodistas hasta que el gobierno de Fox generó su propia versión de estos apoyos sociales y se consagró como una suerte de derecho social en todo el país, y la consiguiente base social de apoyo a AMLO.


En fin, todavía falta un buen trecho para ver cómo se diluye este clima de doble opinión pública. Por lo pronto pareciera que a la cruzada contra el neoliberalismo, sea lo que sea que esto signifique, se suman Chile y Argentina. La cosa se está poniendo buena.


*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, la forma de pensar de la Revista El Aguachile.

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