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Por: Vicente Amador


La situación económica del país es, además de preocupación de muchos mexicanos, tema candente en estos días. No es para menos; por algo hay quien dice que el bolsillo es el órgano más sensible del cuerpo.


La renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda el pasado 9 de julio parece no haber afectado el entorno económico. En cualquier caso, hay incertidumbre. La posibilidad de recesión en el país ha sido uno de los temas destacados en las conferencias mañaneras del Presidente López Obrador.

En efecto, técnicamente la #Economía mexicana no está en recesión porque para ello se requieren dos trimestres consecutivos con caídas generalizadas. Por fin a finales de julio, el INEGI publicó el dato definitivo sobre la marcha del Producto Interno Bruto y #México libró la recesión por apenas 0.1%.


Mientras tanto, me pareció interesante conocer qué opinan los expertos y los empresarios, dos elementos clave en la economía.


La pregunta que el Banco de México hizo en junio a 37 grupos de análisis y consultoría económica del sector privado, tanto nacionales como extranjeros, es la siguiente:


“Tomando en cuenta el entorno económico-financiero actual: ¿Considera usted que actualmente la economía del país está mejor que hace un año?”.


El resultado me apabulló porque tampoco es común encontrar tal contundencia: el 100% de los consultados coincidió en que la economía no está mejor que hace un año.


Sobre el futuro económico, y basado en la opinión de los especialistas, yo diría que en general consideran que no estaremos mucho peor, pero tampoco mucho mejor. Pienso que se mantienen pronósticos estables, aunque dentro de lo insuficiente.


A los empresarios el INEGI les pregunta si consideran que este es un buen momento para realizar inversiones; cómo ven la situación económica comparada con el año pasado y qué expectativas tienen para el siguiente año; así como la situación de su empresa con referencia al año pasado y cómo la suponen en los siguientes doce meses.


Sobre los resultados, primero hay que decir que andamos muy cerca de la línea entre el optimismo y el pesimismo; la incertidumbre es lo nuestro.


Con referencia a junio, tanto los empresarios dedicados al comercio como los del sector manufacturero muestran menos confianza, están más pesimistas. Los empresarios de la construcción mantienen su opinión, pero dentro del terreno pesimista.


Al panorama hay que sumarle que el país crecerá menos de lo esperado, y mucho menos de lo necesario. De igual manera, los ajustes negativos de las calificadoras crediticias parecen confirmarlo. Pero también que la confianza del consumidor se ha mantenido alta y que, al menos en el último mes, se registró un pequeño repunte en el consumo privado en el mercado interior.


También sumaría que el futuro no está escrito. Nos encontramos en un punto en el que, si no hay tormentas externas (¡ojalá!) y se toman buenas decisiones (¡ojalá!), se notará pronto en el desempeño económico. Igual se notará si sucede lo contrario. Tengamos presente que Roma no se construyó en un día y que es momento para tener más esfuerzos que miedos.


*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, la forma de pensar de la Revista El Aguachile.

Por: Saúl Arellano

Los datos son de espanto: en México se comete un homicidio doloso cada 15 minutos; de acuerdo con los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), se trata de un promedio de 98.8 casos para el mes de agosto del 2019, pues se contabilizaron al menos 2,966 casos.



Esa cifra debe considerase como preliminar; no debe olvidarse que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), tiene un análisis mucho más robusto y que año con año presenta cifras mucho más elevadas que las reportadas por el SESNSP. Esto se debe fundamentalmente a que el INEGI utiliza fuentes de información adicionales y que calibra y estabiliza sus datos.


En efecto, el INEGI usa no sólo la información de las carpetas de investigación del SESNSP; también recupera la información generada por las oficinas del Registro Civil en todo el país, vía los certificados de defunción, así como los registros relativos al mismo indicador de la Secretaría de Salud, además de los datos generados en los SEMEFOS de las 32 entidades federativas.


Considerando lo anterior, es posible afirmar con un elevado nivel de certeza que en México se están cometiendo al menos 100 homicidios por día, lo cual implica un promedio de al menos un caso cada 15 minutos, situación que sin duda alguna es extrema.


En el portal México Social presentamos el 20 de septiembre un análisis detallado de la información sobre homicidios dolosos, presentado en esa fecha por el SESNSP (Gráfica 2). Destaca en esos datos, que desde el mes de mayo y hasta el mes de agosto del 2019, se han superado los 2,900 homicidios por mes, de manera consecutiva, lo cual no había ocurrido nunca antes desde que se tiene información comparable en esta materia (de 2015 a la fecha).


De esta forma, en mayo de 2019 se registraron 2,902 víctimas de homicidio doloso, en el mes de junio fueron 2,989, cifra récord en la historia reciente del país para un solo mes); en julio fueron 2,965 y en agosto 2,966.


Sorprende por otro lado, tomando como referencia el análisis de México Social, que el 70% de los homicidios dolosos del país se concentran en las 10 entidades con mayor número de víctimas, y que entre ellas, destaca de manera alarmante el estado de Guanajuato, donde se contabiliza prácticamente el 10% de todos los registrados en el territorio nacional, y casi el 12% de los que se perpetran con arma de fuego (Gráfica 1).


Gráfica sobre los diez estados con más homicidios dolosos en México
Gráfica 1. 10 estados más violentos de México. Fuente: México Social.

No deja de ser sintomático que justo el 20 de septiembre, día en que se dieron a conocer los datos del SESNP, en las ciudades de Celaya y Salamanca en aquella entidad, se registraron sendos ataques a las oficinas de la Fiscalía General del Estado, y que en la madrugada previa se habían registrado quemas de vehículos para bloquear carreteras, así como múltiples ejecuciones en los municipios de Apaseo el Alto, León, Irapuato y Salvatierra, sólo para citar los lugares con mayor número de casos. El recuento preliminar de este sangriento día fue de 18 personas fallecidas.


A lo anterior debe sumarse el recrudecimiento de las condiciones de violencia homicida en Baja California (que es la segunda entidad con mayor número de casos en 2019); Jalisco, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Puebla y la Ciudad de México. Así como peligrosas señales de alerta en San Luis Potosí, Querétaro, Colima y Sonora, entidad ésta última que en agosto se ubicó ya entre las primeras 10 con mayor número de homicidios dolosos en el país.


A la par de esta violencia, se agudizan otros fenómenos como la violencia feminicida y la violencia infanticida, hasta ahora invisibilizadas de la discusión pública, pero cuya gravedad es de magnitud similar a la de países en guerra.


Para dimensionar lo que está ocurriendo en nuestro país, los registros de la ONU para Siria, país en guerra civil desde el 2011, es de un promedio de 41,111 personas muertas (entre combatientes y civiles), como resultado de los combates y bombardeos; esa cifra implica un promedio de 112 casos por día, frente al cual nuestro promedio diario de al menos 100 casos cada 24 horas ya no se percibe nada lejano.


Gráfica 2. Comparativa homicidios dolosos 2018-2019. Fuente: México Social

La apuesta del Gobierno Federal por una estrategia centrada en la conformación de la Guardia Nacional, así como en programas de transferencias de ingresos para tratar de frenar la incorporación de jóvenes y de personas pobres a las filas del crimen organizado, es muy alta. Hasta el momento, después de 10 meses de gobierno, los resultados no se están dando, y a pesar de que la popularidad del presidente López Obrador se mantiene en niveles muy altos, hay una percepción cada vez más extendida relativa a que las políticas en materia de seguridad podrían no ser las apropiadas.


Como se decía líneas arriba, la apuesta del Presidente López Obrador es muy alta: en su diagnóstico, la mayoría de las personas que delinquen lo hacen por vivir en condiciones de desigualdad y de pobreza; es una tesis arriesgada, sobre todo porque no se presentó nunca un diagnóstico que permitiera acreditar esa afirmación. Sin embargo, debe reconocerse que, si da resultado en el mediano plazo, México se estaría encaminando a una etapa de pacificación duradera.


Sin embargo, siendo estrictos con el análisis, en la misma medida es probable la otra opción: que el diagnóstico sea impreciso, por decir lo menos, y que no se logre dar respuesta efectiva a la que es hoy una de las principales demandas de la población: tener la garantía de que el patrimonio y la vida están protegidas de las prácticas violentas y sanguinarias de la delincuencia.


No es menor lo que esta en juego: se trata nada menos que de la posibilidad real de conducir a México a una auténtica transformación económica y social, a un cambio de régimen, como dice el titular del Ejecutivo, o de condenar a México a perder un tiempo valioso que no tenemos, y sobre todo, a continuar con la terrible mortandad que hoy nos tiene a todos entre la desesperanza y el miedo.


@saularellano


*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, la forma de pensar de la Revista El Aguachile.

Por Sergio Anzaldo Baeza

El titulo se lo fusile a Edmundo O’Gorman por su tono provocador para reflexionar a propósito de #México y lo mexicano en este tradicional mes de la patria, ahora inmerso en una Cuarta Transformación, a decir del presidente Andrés Manuel López Obrador.



Para O’Gorman, en México se regó el tepache cuando en lugar de optar por un proceso de ajuste y adaptación de las instituciones políticas novohispanas para construir la novel nación independiente -a semejanza de Norteamérica, que adoptó y adaptó las instituciones inglesas para dar cuerpo a sus propias instituciones y normas-, se eligió la ruta de imitar, justamente, el modelo norteamericano para moldear al imberbe país sin considerar su pasado colonial y mucho menos el indígena. Por ello, a decir del autor, construimos una historia un tanto traumatizante para los habitantes.


En fin, es claro que sobre México y los mexicanos se ha tirado muchísima tinta. Por ejemplo, en 1934, hace 85 años, Samuel Ramos concluyó en El perfil del hombre y la cultura en México que los mexicanos padecemos un acusado sentimiento de inferioridad que conspira contra las grandes hazañas a que nos convoca la historia.


En 1950 Octavio Paz lanza una nueva provocación para seguir pensando sobre nosotros en tanto entes colectivos, con la publicación de su Laberinto de la Soledad en el que concluye que somos unos hijos de la chingada, es decir, de la conquista que nos ha orillado a la invisibilidad y mimetismo como formulas para sobrevivir.


Un par de años después Emilio Uranga, deslumbrado por la obra poética de Ramón López Velarde, jura que nuestra característica esencial es la zozobra, esa suerte de tristeza, angustia e inquietud, en su texto Análisis del ser del mexicano, al cual habría de responder a principios de los sesentas Jorge Portilla asegurando que más bien nos distingue el desmadre como fórmula vital para transitar por este valle de lágrimas, en su Fenomenología del Relajo.


En este breve y apurado recuento, la visión de Jorge Cuesta sobre la historia del país resulta particularmente útil para aventurar una eventual contextualización del momento que vivimos. En los artículos que escribió en El Universal durante la década de los treintas, Cuesta configuró la hipótesis que el elemento sustantivo con el cual el país se ha construido es la negación. Es decir, los mexicanos nos hemos inventado a nosotros mismos derrumbando y negando aquello que sentimos que nos caracteriza o sujeta a nuestro propio pasado. En este sentido, para afirmarnos, primero nos negamos. En su época Cuesta identificó tres episodios de radical negación histórica que configuraron el México que conoció. Primero, la negación de tres siglos de pasado colonial con la Independencia, lo que explica, dicho sea de paso, porque Hernán Cortés sigue agazapado en su nicho aguardando el reconocimiento oficial. Después vendría la negación de la vida religiosa en aras de la secularización de la vida pública con la Reforma, no exenta de vicisitudes como la guerra Cristera. Finalmente Cuesta ubica a la Revolución Mexicana como un movimiento de negación del yugo de oligarquías al pueblo y a la clase política, posiblemente por eso Porfirio Díaz espera, al lado de Jim Morrison, su repatriación. Bajo esta lógica interpretativa es inevitable contextualizar a la 4T como una radical negación a la corrupción y predominio del uso privado de los recursos públicos. Aunque aún es muy temprano para dimensionar su impacto en la historia nacional.


En fin, sea cual sea nuestra visión, es innegable que vivimos a plenitud lo que Paz conceptualizó como la tradición de la ruptura. Y qué mejor manera de hacerlo y disipar cualquier trauma que un mezcal, o dos. ¡Salud!


*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, la forma de pensar de la Revista El Aguachile.

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