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Un análisis de encuestas hecho por el Financial Times arrojó que la crisis sanitaria por COVID-19 mejoró las valoraciones de líderes de casi todas las democracias de Latinoamérica.


El presidente peruano, Martín Vizcarra, subió su popularidad al 87%. Mientras que Sebastián Piñera, presidente de Chile, duplicó sus números, pero su aceptación apenas llega a un 21%.


En México, Andrés Manuel López Obrador va a la baja, en el momento en que se realizó el análisis (finales de marzo del 2020), el presidente mexicano registró un 37% de popularidad, la más baja desde su llegada al poder.


Para un 34% de los brasileños, el presidente Jair Bolsonaro está haciendo un buen trabajo. Mientras que en argentina, Alberto Fernández, contó con un 79% de popularidad. Por otra parte, un 61% de los colombianos aprobó la forma en la que Iván Duque ha gestionado la pandemia.



Lo mismo sucede en El Salvador y Guatemala, los presidentes Nayib Bukele y Alejandro Giammattei han alcanzado una aprobación del 97% y 89% respectivamente, debido a las medidas implementadas contra el coronavirus por sus gobiernos.


En este sentido, AMLO sería el gran perdedor político de la crisis, en sus actos y mensajes ha minimizado la gravedad de la pandemia y pareciera que su gobierno no está preparado para enfrentar la emergencia sanitaria.


No hay que olvidar que en situaciones de crisis la sociedad depende de las autoridades de forma no habitual. Es por esto, que cualquier medida que se tome será asimilada como un avance o un retroceso en el control de la crisis.

Por: Vicente Amador

Hasta ahora, el pronóstico es que podremos disminuir el aislamiento social en junio. No obstante, el regreso paulatino a la calle depende de diversos factores, el principal de ellos es el número de contagios de coronavirus que se registren en adelante. Sin embargo, la mayoría no se la cree: siete de cada diez mexicanos consideran que la cuarentena no terminará el 30 de mayo. Se entiende que esa sea la percepción porque cada día nos enteramos de un mayor número de infecciones, cada vez las historias nos resultan más cercanas y porque no sería la primera ocasión que a las autoridades no les salen los cálculos. La preocupación aumenta. Ahora lo veremos.



La encuesta de referencia es de Datenbak. El estudio también muestra que casi una de cada cuatro personas conoce a alguien con COVID-19. Lo cual nos habla de un número desconocido, pero amplísimo, de personas contagiadas. Por ello el mismo Modelo Centinela referido por el Subsecretario Hugo López-Gatell estima el tamaño de la pandemia, al menos, ocho veces más grande de lo que se ve. Al menos.


Como sucede en muchas crisis, y es el caso de esta calamidad, al principio no sabíamos qué estaba sucediendo, qué esperar, qué tanto nos afectaría. Aunque con el paso de los días se dibuja un panorama que parecería menos confuso, aún hay un sinnúmero de dudas sobre lo que vendrá, y eso naturalmente agrava la intranquilidad.


Datenbank nos deja claro que a los mexicanos nos preocupa, prioritariamente la salud y la economía, así como sus derivaciones que los encuestados verbalizan como desasosiegos por “el desempleo, el acceso a alimentos suficientes, a que no haya el equipo médico necesario, a morir y no poder despedirse de nuestros seres queridos y a que la cuarentena se siga extendiendo”.


El sentimiento que los encuestados más reportan estar viviendo es, principalmente, la preocupación. Así lo señalan poco más de seis de cada diez. Le sigue la incertidumbre, el estrés y la ansiedad, reportadas por cuatro de cada diez. También señalamos sentir miedo, aburrimiento, angustia, frustración, desesperación y tristeza. Esas fueron las diez emociones mayormente referidas.



La encuesta también arroja que, pese a todas las dificultades ─que son muchas, que nos duelen y que especialmente para algunos segmentos de la población mexicana son terribles─, los seres humanos somos capaces de encontrar elementos positivos. Cincuenta y cinco de cada cien consideran que la cuarentena ha traído “algo” positivo para ellos, para su familia o para el país. Claro, sin dejar de ver que cuarenta y cinco de cada cien piensan lo contrario.


La mayoría señala que, pese a las dificultades, “han podido estar más unidos”, expresan que “hay beneficios para el medio ambiente”, “tiempo para hablar con los hijos” o para “aprender algo nuevo”. Y es que, como lo acaba de apuntar Velibor Bozovic en el New York Times, “somos increíblemente capaces de adaptarnos a cualquier situación…” (Cfr. Max Fisher, 22.IV.2020).


No es que nos guste, no es que no nos demos cuenta que se trata de un mal que luchamos para erradicar. Quiere decir que, más allá de la pesadilla, el ser humano “…se adapta. Vive lo mejor que puede”. Incluso, encuentra sentido en las contrariedades, como enseñó Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido. Y algo sabrán de complicaciones ellos: Frankl después de soportar un campo de concentración nazi y Bozovic quien padeció durante casi cuatro años el sitio de Sarajevo en los noventas.

En este momento, la pandemia de coronavirus tiene en pausa el proceso electoral de este año en los Estados Unidos. Un total de 15 estados han retrasado sus elecciones primarias presidenciales, la mayoría de ellos las han pospuesto al menos hasta junio.



En cambio, demorar la elección presidencial del 3 de noviembre de este año, implicaría un consenso legislativo bipartidista que se ve poco probable. Además, la Constitución de Estados Unidos exige que una administración presidencial dure solo cuatro años. Así que el primer periodo de Donald Trump expirará el 20 de enero de 2021 al medio día.


El reloj de las elecciones está en marcha y posponer la votación no lo detendrá, pero no significa que el proceso no esté en riesgo. Trump o los gobiernos estatales podrían usar sus poderes para reducir drásticamente los lugares de votación en persona.


Por ejemplo, en Wisconsin la preocupación a la exposición del virus, sumada a la escasez de trabajadores electorales voluntarios y de suministros electorales, propiciaron el cierre de 175 de los 180 centros de votación en Milwaukee, la ciudad más grande del estado.


Por otra parte, Texas donde los requisitos para la votación por correo habían sido algunos de los más estrictos de la nación, validó el miedo a contraer coronavirus como una razón para solicitar el voto en ausencia (o por correo) en noviembre.



Esto ha incrementado la presión sobre algunos estados para ampliar la disponibilidad de boletas por correo para todos los votantes y así minimizar el riesgo de exposición al coronavirus. Si bien, cada estado prevé alguna forma de votación remota, los requisitos varían mucho.


Algunos referentes republicanos han manifestado que ampliar el acceso al voto en ausencia es un problema político y que el miedo a contraer COVID-19 no es una razón que califique para acceder al voto por correo.


El mismo Donald Trump, se ha opuesto públicamente a la votación ampliada por correo, diciendo que es más susceptible al fraude y ha sugerido que un aumento en la participación, al reducir las restricciones de votación, podría dañar a los candidatos republicanos.


Sin duda, el brote de coronavirus está afectando todos los aspectos de la vida estadounidense. Trump y otros políticos presionan para que Estados Unidos regrese a una aparente normalidad. Pero el virus ya ha alterado el proceso electoral, fundamento de la democracia yanqui.


Como sucede en gran parte del mundo, no hay garantías de que todo esté bien en junio (cuando muchos estados han reprogramado sus primarias), o en agosto (fecha de las convenciones de los partidos), o en octubre (cuando ocurrirían los debates presidenciales) o incluso el día de las elecciones en noviembre.

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